POLÍTICA

Banco ¿de México?

Banco ¿de México?

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Se va o lo llevan

Todas las cartas de presentación de Agustín Cartens son apabullantes y las de su futuro más.

De allí un cuestionamiento básico, por qué lo dejamos ir.

Vamos, entiendo que tenga su corazoncito y personal ambición, pero México, diría el clásico, bien vale una misa y un Presidente tiene o debiera tener elementos y mañas para que un Gobernador del Banco Central no lo deje colgado al tenor de sus personales tiempos e intereses.

Otro ángulo del asunto es que en la escala de valores del afamado economista, México esté en un segundo lugar. Y tercero y adicional, es que su cofradía se maneja aparte.

Permítanme ponerlo de esta manera, puede un Presidente nombrar a quien quiera, con las credenciales necesarias, por, supuesto, en Banco de México, o debe responder a la anuencia y aceptación tácita de los organismos internacionales.

En otras palabras, es el Banco de México un organismo nacional o responde a los resortes de instancias económicas mundiales.

Porque pareciera que de un tiempo a la fecha las entidades del sector económico nacional son antesalas de organismos internacionales y sus funcionarios son más internacionales que nacionales en intereses, currículum y agenda.

No desconozco la importancia de que mexicanos presidan organismos de talla mundial, bien por ellos y su lustre, pero tendríamos que preguntarnos qué nos va en ello y cómo nos beneficia y, más aún, cómo y en qué nos ha favorecido.

Richard Lansing fue Secretario de Estado de Woodrow Wilson y ya es famosa su consideración contraria a una intervención armada en México por costosa y destructiva de intereses extranjeros:

"México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta controlar a un solo hombre: el Presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita más tiempo: debemos abrir a los jóvenes ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos. México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros' (Citado en El Secuestro de William Jenkins, de Rafael Ruiz Harrell, 1992)

No se trata, pues, solo de contar con las credenciales técnicas necesarias para el desempeño del cargo, sino de la orientación y compromiso para con él y para con México.

Regreso al tema de mexicanos en organismos de talla mundial, ¿operan en ellos a favor de México, o llegan a ellos para imponer en México agendas dictadas en otros Lares? Se dice, por ejemplo, que las iniciativas de las reforma estructurales peñistas llegaron empaquetadas y selladas desde la OCDE. No lo puedo asegurar, lo que sí sé es que no se sabe de instancias, instituciones, despachos o profesionales mexicanos que en México hayan trabajado en su diseño y hechura.

Hace unos días, en el Financial Times se publicó una nota en la que se lee: “Agustin Cartens urge a Estados Unidos a mantener su liderazgo en la economía mundial”. Sorprende la declaración, el declarante, su inoportunidad y sobre su contenido. El liderazgo que hoy impulsa Estados Unidos es abierta y agresivamente contrario a México y al mundo, estamos, además, en medio de una negociación de sordos sobre el TLC y, finalmente, el Gobernador de nuestro Banco Central debiera estar más orientado al posicionamiento de México en la economía mundial que al de Estados Unidos. Digo.

Y no es éste un texto contra el Señor Cartens, sino un planteamiento de diseño institucional.

Se nos dice que el Banco de México es autónomo como garantía de que las decisiones macroeconómicas no se tomen en Palacio y con criterios políticos. Y esa es una verdad que se repite como Mantra, es decir, sin que nadie la analice. ¿Puede y debe haber algo ajeno a la política, entendida ésta como la Cosa Pública, el interés de todos y el destino común? ¿Debe la economía estar divorciada del interés colectivo y funcionar como un ser independiente? ¿Es lógico que la economía goce de cabal salud mientras México es desahuciado y en los bolsillos del mexicano priva la miseria?

Entiendo que el problema deviene, al menos en México, de decisiones económicas tomadas durante la Presidencia Imperial sin rigor técnico y sin orientación económica que nos llevaron al populismo y a las crisis recurrentes.

Y es cierto, ya no sufrimos de crisis recurrentes, vivimos una permanente y creciente desde hace décadas, aunque la economía, en sí y para sí, está mejor que nunca.

Ahora bien, contra la versión de la economía a capricho presidencial, cabe otra lectura y es que, sin demérito de las deficiencias o calificaciones técnicas, en las decisiones económicas debe pesar siempre el interés nacional.
Lo pongo de esta manera, en los libros de textos originales de la ciencia económica se conocía a ésta como “Economía Política” y en la historia del derecho, los derechos políticos y económicos partían de una premisa fundacional, el interés de los asuntos públicos y económicos corresponde a los nacionales, de allí que se reservara y protegiera su capacidad de participación en ambas materias.

Llegamos así al tema de la autonomía, estos organismos son autónomos; pero esto de la autonomía siempre es algo relativo, se es autónomo de algo o de alguien y para algo.

La pregunta sería si estos organismos son verdadera y absolutamente autónomos, o solo lo son del poder nacional y en el ámbito doméstico, pero responden a directrices tomadas en otras esferas, a códigos ajenos al proyecto de Nación y a una cofradía internacional.

¿Qué nos impide pensar que Cartens no se va, se lo llevan? ¿Decidió o le ordenaron? ¿Quién es su verdadero jefe?
Planteo el tema desde otra perspectiva, ¿ser autónomo del Presidente, que representa a México y a los mexicanos, no es ser autónomo de los mexicanos?

En ese tenor estaríamos expropiando de la soberanía nacional el manejo de la economía; nuestra democracia sería solo un juego electorero con más de espectáculo y diversión, en su doble acepción de recrear y distraer, que de soberanía popular e inmanente. Democracia política, pero una política castrada de los asuntos monetarios; soberanía política, más no económica.

Déjeme exponer otro ángulo del asunto, qué pasa si nos falla un Gobernador del Banco de México, qué instrumentos tenemos los mexicanos para correrlo y llamarlo a cuentas. ¿Lo permitirían los organismos monetarios internacionales si afecta sus intereses?

¿Realmente ponemos y quitamos a Gobernadores del Banco de México? O nada más nos avisan cuando llegan y cuando se van.

La autonomía, pues, es, además de un lugar común muy sobado y abusado para debilitar al Estado y reducirlo a su mínima expresión frente a intereses particulares e internacionales, un arma de doble filo, porque al final nos regresa a donde queríamos salir, a la arbitrariedad y a la falta de rendición de cuentas.

Le deseo al Señor Cartens el mejor de los éxitos y que lo acompañe la buena fama pública labrada en toda una larga y brillante vida, pero no dejo de preguntarme si el Banco de México es verdaderamente de México.

#LFMOpinión
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#AgustínCartens
#BandoDeMéxico

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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