Razón, no autoridad
Cesar Camacho pontifica desde el umbral de su salida: quien me suceda al  frente del PRI no debe aspirar a ser candidato a la Presidencia de la República.
Le asiste la razón, más no la autoridad.
Desde su presidencia construyó su acceso a la Cámara de Diputados por la vía plurinominal y, en las alforjas de dicha diputación, el liderazgo de la fracción parlamentaria priista.
Se me dirá que no es lo mismo; pero sí parecido, habré de contestar.
Igual hicieron Madero desde el PAN y en condiciones diversas Zambrano desde el PRD, porque éste ya no era Presidente de dicho instituto cuando llegó a sus listas de representación proporcional.
Las dos primeras candidaturas, al menos, presentan a sus partidos sendos conflictos: ¿Cómo no nombrar líder de la fracción al Presidente saliente? Ni modo que pasen de presidentes nacionales a diputados del montón.
En otras palabras, Camacho, Madero y Zambrano, utilizaron sus presidencias para construirse (¿imponer?) un seguro de desempleo de lujo y de poder.
A los tres, sin embargo, los rendimientos electorales les fueron adversos y ahora qué hacer con ellos es la única pregunta posible. Martínez Cáceres, al menos, tuvo en su momento la hombría de bien de renunciar a la Presidencia del PAN y, por supuesto, tampoco la aprovechó para forzar futuros acomodos.
En fin, Camacho se muerde la lengua, porque mutatis mutandi utilizó la Presidencia del PRI para construirse una doble candidatura, a diputado y líder de su fracción. Al hacerlo colocó a su partido y al Presidente en la encrucijada de cumplirle su autodestino o hallarle una salida digna y compensatoria.
En ambos casos, pecó de lo que pontifica para otros.
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