POLÍTICA

Revocación de mandato o tomadura de pelo

Revocación de mandato o tomadura de pelo

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La revocación de mandato es una figura constitucional que no existe en México por una simple y sencilla razón: porque no tenemos partidos serios y responsables

La revocación de mandato es una figura constitucional que no existe en México por una simple y sencilla razón: porque no tenemos partidos serios y responsables.

Tan no los tenemos, que una fauna variopinta de políticos, académicos y periodistas militantes, todos de prestigio un tanto cuanto restañado, ha tenido a bien la ocurrencia de aprovechar estas elecciones para consultar a la ciudadanía sobre una posible salida de Peña Nieto de la Presidencia.

Partamos de un principio: las elecciones no son ocurrencias, tienen sus requisitos, reglas y procedimientos para garantizar legalidad y legitimidad. No admiten ocurrencias y no pueden servir para otra cosa que no sea para lo que están diseñadas.

En otras palabras, las elecciones para diputados no pueden ser más que para elegir diputados, cargarlas de otros propósitos es poner en riesgo las elecciones y todo el diseño democrático que tenemos.

Existe la consulta popular que, por cierto, nuestros partidos se encargaron de desvirtuarla en su primera experiencia. Pero la traigo a colación porque esta figura exige requisitos, procedimientos y un umbral de resultados que hace obligatorio o no sus resultados.

Vayamos a la ocurrencia de revocar el mandato por interpósita figura. En estas elecciones no hay una elección nacional, como sería la de Presidente de la República, hay 300 de diputados federales de mayoría relativa, 200 de representación proporcional, nueve de gobernadores y Congresos Locales, otras tantas de municipios y de 16 Delegados y 40 diputados a la Asamblea Legislativa de mayoría relativa y 26 de representación proporcional en el DF. ¿Cuál de todas estas elecciones va a contar para esta ocurrencia? ¿En cuál se va a votar y cómo? ¿O se puede votar en todas por el mismo concepto de renuncia de Peña y violentar así el principio de un hombre un voto multiplicando los votos en aviesa trampa? Peor aún, ¿cuál sería el porcentaje de votos requeridos para que procediera la salida del Presidente de la República y por qué ese y no otro umbral, quién lo determinó, bajo qué criterios, quién lo aprobó?, además del grupo de notables chapuceros.

Otra cosa que tendrían que decir los revocadores a sus posibles seguidores y partidos es que quien marque la boleta por la revocación corre el riesgo de anular su voto. No existe en nuestra legislación y menos en las actas de escrutinio y cómputo de votación en casilla y de cómputo distrital, concepto, espacio o posibilidad alguna que consigne semejante tontería. Un voto en forma distinta a lo que marca la ley se debe computar como nulo, es decir, entra a una bolsa en donde es imposible diferenciar cuántos fueron errores, cuántos anulación del voto por el elector y cuántos revocación de mandato.

La revocación de mandato es una figura constitucional, no una coartada electoral. Jugar con ella es jugar con la democracia, la ciudadanía y las instituciones nacionales.

Quitar al Presidente de la República es algo muy serio como para dejarlo en manos de Corral, Noroña y Sansores. La crisis social, política y económica que podría generarse nos remitiría a principios del siglo XIX.

Ahora bien, ¿qué hay atrás de esta desventura?

Primero, dotar a ciertos partidos de un leiv motiv que aglutine en una sola propuesta la ausencia de propuestas específicas para un electorado segmentado geográficamente por distritos, estados, municipios o delegaciones. Cada uno con necesidades y demandas diferenciadas.

Segundo, ocultar por igual a sus mismos candidatos. Poco importa a quién postulen, si lo que dicen preguntar es la salida de Peña y no, como realmente acontece, por tal o cual candidato, seguramente impresentable. No sé por qué pienso en Noraña y Sansores nuevamente.

Tercero, revivir una propuesta de López Obrador y llevar agua a su molino sin decirlo.

Cuarto, concitar en torno a esto a movimientos antisistémicos como CNTE, CETEG, ayotzinapos, SME, Panchos Villas, etc., etc..

Quinto, colgarse del descrédito y negativos acumulados de Peña para, repito, evitar tener que vender propuestas y candidatos.

Sexto, poner contra las cuerdas al INE y al Tribunal, a sabiendas que están constitucional y legalmente impedidos para concederles semejante locura, para continuar con su sistemático descrédito en pos de deslegitimar todo resultado electoral que les sea adverso.

Séptimo, pedir lo que saben que no se les puede conceder, para entonces llamarse vejados, clamar antidemocracia, acusar a mafias del poder, denunciar fraude y demás lindezas que ya terminan por hartarnos, sino, antes, acaban con la democracia.

Por eso no tenemos revocación de mandato, porque no existen en este país partidos serios y responsables.

Nuestra democracia es de vodevil y nuestros partidos de nausea.

#LFMOpinión
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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