Sí preocúpese Doña Rosario
Dan asco. Todos, sin excepción.
Camacho, el de las redes clientelares en el DF, el de los plantones planeados para cobrar su desalojo, el de los uniformes de la Ruta Cien en el levantamiento zapatista, el de las traiciones. Manuel Camacho, rasgándose las vestiduras contra Rosario Robles.
Encinas, la caja chica de AMLO con las arcas del Distrito Federal, el tramoyero de la toma de Reforma, el rasurador de dietas legislativas para la Honestidad Valiente. Encinas, flagelándose por la Cruzada contra el Hambre.
Madero, ¡Gustavito!, el cuate de los casineros y sus protectores, el operador del financiamiento público calderonista a las campañas del PAN. Agarrado al clavo ardiente que le ofreció el tropiezo presidencial. Inmolándose por vicios a los que es adicto.
Madero, el de corta memoria. Cuán rápido olvidó las intromisiones de Fox y de Calderón en procesos electorales, sancionadas por el Tribunal, el michoacanazo, los apoyos a Cocoa y los pactos con la Maestra. Por sobre todo, olvidó que en el sexenio pasado se erogó el doble en gasto social y los pobres aumentaron en 14 millones. Ahora quiere parar al País porque teme otra debacle electoral y a su desastrado fario le conviene la alharaca.
Duarte. ¡Vive Dios! ¿Será más corrupto que inútil? Está difícil. ¿Tendrá solución? ¿Podrá abrocharse las agujetas sin romperse la cabeza en el intento? ¡La culpa no es del Gobernador… sino de quienes lo hicieron!
¿Cuántos igual (o peor) que él? Y con estos bueyes hay que arar. ¡Dios nos agarre persignados!
Charito (Robles), la del cochinito que los entonces suyos pagaron con la traición y a la que ella retribuyó ídem. Cópula de traiciones que explica la virulencia de los desfiguros de la semana.
Cosas de la política: la fortaleza del pacto radica en el eslabón más endeble del Gabinete y en que no metan la pata los expertos en meterla. Aclaro para evitar malos entendidos: no se trata de hacer malos manejos sin que nadie se entere. Se trata de extirpar el cáncer "electorero", sus personeros y vividores de la vida nacional.
El lunes, con Rosario Robles en su comparecencia en el Senado no había a la mesa nadie que no fuese o hubiese sido objeto, sujeto o actor de financiamientos indebidos a gastos de partidos y campañas políticas. Pero todos rasgaron sus vestiduras en aras de la pureza democrática, que son los primeros en mancillar.
Todos los partidos, en un amasijo de hipocresías e imposturas, pegándole a la piñata del demérito de la política y del hartazgo ciudadano.
Peña Nieto cometió tres errores la semana pasada: improvisó en Chiapas y allí están las consecuencias; defendió a Charito, creyendo defender a la Cruzada contra el Hambre, y, finalmente, mal la aconsejó. Rosario Robles sí debe -y tiene- que intranquilizarse por aquellos que solo se preocupan y ocupan por la política y las elecciones. Sin importar de qué partido sean. Todos están cortados con la misma tijera; todos sufren de ceguera de taller y todos están enfermos de voracidad, mendacidad, simulación y cinismo. Todos juntos y de la mano echarán a perder, ya por abuso, ya por mezquindad, ya por idiotez, cualquier programa y política pública, por más nobles, por más blindados y por más auditados que sean.
En México contra la estulticia y la corrupción electorera no hay remedio, ni distinción partidaria que quepa.
Toda política pública y sus respectivos programas se diseñan en atención a la problemática social a remediar, sin embargo, en la semiótica electorera de nuestros partidos todo se decodifica en función de la próxima elección. Para ellos no existe nada más que la elección en puerta y en virtud de ella la realidad, y por supuesto, las políticas, los programas, los presupuestos y la propia sociedad, deben someterse. Es un problema de cosmovisión y de lenguaje: para nuestros partidos no hay sociedad, Estado, instituciones, leyes, programas y responsabilidades, solo la próxima elección. Y como para ellos las elecciones se ganan con dinero, se lanzan a sacarlo, cual moscas sobre miel, de donde sea y a como dé lugar.
Así que sí preocúpese Doña Rosario. Preocúpese de sus antiguos amigos y de sus nuevos compañeros; preocúpese de los próceres democráticos; preocúpese de todos aquellos que, cual moscas, revolotean sobre la lana. Siento decirle que son legión y mayoría.
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