POLÍTICA

Comprar o hacer política

Comprar o hacer política

Foto Copyright: lfmopinion.com

La mayoría de los políticos de hoy no saben hacer política, sólo saben repartir dinero

Ojalá y con la caída de Elba Esther también nos despidamos de la monetarización de la política.

Se dice que en política todo aquello que tiene precio es barato. Este absurdo razonamiento terminó desplazando a la política misma por la compra de voluntades o la imposición a billetazos.

La Maestra, es cierto, imponía su santa voluntad, pero no hacía política, por más que ella se creyera la mejor política en la historia de la humanidad.

Elba Esther sin dinero jamás hubiese sido líder nacional de nada. Su ascenso sindical se debió a su cercanía con el Maestro Jonjitud, no a sus dotes políticas. Su entronización se la debe a Salinas, no a su trabajo, ni a su persona.

Controló al sindicato a horca y cuchillo porque tenía acceso a recursos ilimitados y sin control, no a sus artes políticas. Ella tenía el control irrestricto de acceso y permanencia a un puesto de trabajo como maestro en México, daba y quitaba a discreción, pero no era querida ni respetada por los suyos, solo era temida.

La Señora es experta en comprar lealtades, en corromper, en imponer, en hacer trampa. Su compulsión por la compra de ropa y las cirugías estéticas solo son superadas por su adicción a comprar voluntades o a someterlas a su poder fáctico. Si un Gobernador se negaba a ceder a sus chantajes, le sacaba al sindicato a las calles hasta doblegarlo o hacer que sus amigos Presidentes lo hicieran por ella. Pero eso no es hacer política, es manejar la corrupción, la presión y el chantaje.

La Maestra nunca entendió cómo pudo ser defenestrada por Manlio y Madrazo. La explicación es obvia, aquellos hacían política entre los diputados del PRI, mientras la Maestra los despreciaba cual maestros obligados a rendirle pleitesía. Para cuando se dio cuenta, Elba Esther ya no era líder de la fracción priista en la Cámara de Diputados y en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI era un mueble más en la Secretaria General.

El problema es que los billetazos de la Maestra no le son exclusivos. La mayoría de los políticos de hoy no saben hacer política, solo saben repartir dinero. Nos preguntamos por qué se endeudan los Estados. Y la respuesta es porque los gobernadores no hacen política, creen que gobiernan cuando, como Echeverría, solo reparten billetes. Son dilapidadores de la hacienda pública, no gobernantes, menos políticos.

La política debe recuperar sus artes. Claro, es muy difícil hacer política sin dinero, por eso se requieren políticos, no mercachifles. Además, en el momento en que la política deje de ser un ámbito de enriquecimiento casi mágico, muchos de los que ahora se las dan de grandes políticos se irán a medrar a otro lado.

Hay gobernadores que gastan fortunas gordillistas en una relación de odio-amor, chantaje-corrupción con medios de comunicación. Creen que esas trapacerías jamás serán divulgadas por los medios por autoprotección de ellos mismos y porque perro no come perro, pero se olvidan que existen otros medios tan o más efectivos que los tradicionales de comunicación y que tarde que temprano sus connivencias habrán de salir a la luz, como las de Elba Esther terminaron por alumbrar su camino a Santa Marta Acatitla.

Si la Maestra hubiese hecho política en lugar de comprar lo que ella creyó que era la política, posiblemente no hubiese enloquecido y menos terminado en donde está. Ojalá y su ejemplo sirva para que los nuevos políticos no confundan repartir dinero con hacer política, y para que los viejos le vayan midiendo el agua a los camotes ahora que el horno está para bollos.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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