Y nadó…
Para saber si el niño nada, hay que echarlo al agua. Y el nuevo gobierno nadó. Su inicio despertó gratas esperanzas. Mostró rumbo, decisión y mando. Peña Nieto se plantó y pisó firme. Un buen primer paso no asegura el resultado final, pero sí lo facilita.
Solo hay buen viento para el que sabe su puerto de destino. Peña Nieto ayer nos dijo, sin decir, que no habrá ocurrencias legitimadoras, sino gobernanza entendida como el "arte de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía".
Paz con orden y respeto a los derechos humanos; inclusión que rescata el pasivo de justicia social que, como obligación, late en nuestro ser desde los Sentimientos de la Nación de Morelos; educación de calidad y no solo como botín sindical; prosperidad sustentable y audaz, y responsabilidad global que nos sitúe nuevamente en el mundo por nuestra historia y potencialidades, no por chabacanerías de charol o estadísticas ensangrentadas.
Acabó la transición de terciopelo que, si bien reconoció generosamente Peña Nieto, estuvo marcada por la proverbial doble moral panista: fotos y discursos acolchados, pero juego rudo en el nombramiento de Ministros de la Corte, reforma laboral, cerco a San Lázaro, diarrea inauguratoria y "declaracionitis" delirante, sin obviar mezquindad en la reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Peña Nieto aguantó con estoicismo, pero reviró con firmeza ordenando el desistimiento de la Acción de Inconstitucionalidad contra la Ley General de Víctimas interpuesta por Calderón. Medida que, sin decirlo, evidencia la esquizofrenia inmersa en la construcción de espacios escultóricos para las víctimas de su guerra, por un lado, y el regateo de una ley en su beneficio, por otro.
Programa Nacional de Prevención del Delito y unificación de legislaciones penales son otras dos decisiones que llevan implícitas el reconocimiento del fracaso en la lucha al crimen organizado.
Peña Nieto pega otros manazos en la mesa. Lo hace sin estridencia y asertivamente: reforma que acabe con el abuso en plazas magisteriales y las constriña a un sistema profesional de carrera. Golpe certero en la línea de flotación de los sindicatos de maestros, léase "gordillismo" rampante y su espejo montaraz en la CNTE; mismos que habrán de ser acotados desde las áreas de control político, no desde la Secretaría de Educación Pública. Si ése fuese el propósito con la SEP, Chuayffet jamás habría llegado a ella. De él pueden esperarse discursos rebosantes de citas de Reyes Heroles y Vasconcelos, pero el lance corresponderá a quienes han acreditado efectividad política.
Acceso a la banda ancha y nuevas cadenas de televisión abierta que atemperen la voracidad, furia y desnacionalismo de nuestros monopolios.
Ley Nacional de Responsabilidad Hacendaria y Deuda Pública que controle la irresponsabilidad y feudalismo de gobernadores y munícipes.
No renace el viejo presidencialismo, pero el nuevo que se asoma habrá de poner orden en casa. Decía Ortega y Gasset que lo primero que hace el verdadero político es poner las cosas en su lugar. Solo así, agrego yo, pueden concitarse en armonía creadora. Lo demás es ruido, estática, cortinas de humo. 12 años lo acreditan.
Una golondrina no hace verano y un buen discurso no hace gobierno; pero ambos son caricias de aliento para un pueblo urgido de paz y justicia.
El nuevo gobierno se ha ganado el beneficio de la duda. México queda expectante del paso del decir al hacer.
En política el marcador no se acumula. El gobierno amanece todas las mañanas con un marcador en cero en el juego del diario plebiscito de su legitimidad en y por sus hechos. No es, como creyó Fox, un hecho fundacional, único y permanente; tampoco, como sostuvo Calderón, terquedad inamovible; es rumbo claro, esfuerzo de largo aliento, ajuste permanente, trabajo en equipo, sensibilidad social, tiempo y sacrificio. Es tejer pacientemente todos los días las razones por las cuales permanecer unidos y aportar nuestra acción individual a un propósito común.
Finalmente, las guerrillas urbanas que vimos operar en diversos puntos de la ciudad terminaron justificando las previsiones de seguridad tan acremente criticadas. Por fortuna no lograron el muerto anunciado por el perjuro Monreal y su ventrílocuo de cabecera.
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