Representación proporcional
La Representación Proporcional (RP) es solo un sistema más de representación. Como todos, tiene virtudes y defectos. En lo personal le hallo menos inconvenientes que el sistema de Mayoría Relativa, que desperdicia votos y genera sub y sobrerrepresentación en órganos colegiados.
Sin embargo, en México es imposible una discusión ponderada del sistema de Representación Proporcional, dado el abuso que de él han hecho los partidos políticos y su satanización por no pocos pseudo-demócratas de postín.
Hay que repetirlo: el sistema de Representación Proporcional no es nefando en esencia; lo que repugna e indigna es el uso que de él se hace.
Si el problema no radica en el sistema, tampoco necesariamente se incuba en el número de diputados bajo este sistema.
Hoy se nos propone reducir de 200 a 100 el número de diputados de RP y habría que preguntar si esa es la solución a los abusos partidistas de la figura, o más bien se busca congraciarse con las franjas enemigas a la RP, muchas de las cuales, cual perros de rancho, ladran sin saber a qué.
La propuesta, es cierto, reduce el número de diputados de RP, pero conserva y concentra los vicios de la figura.
El defecto del sistema de Representación Proporcional es que aleja al ciudadano de sus representantes. Entre aquél y éstos se interponen las dirigencias partidistas. La propuesta no se hace cargo de ello, antes bien, hace caso omiso a las graves aberraciones mexicanas del sistema de RP.
La primera aberración, tan grande como el sol, es que en México las listas de RP no son votadas. Nadie votó por los 200 diputados de RP que integran hoy la Cámara de Diputados. Nadie.
Se votó, sí, por candidatos de Mayoría Relativa y esos votos, en automático, se asignaron a las listas de RP de los partidos de los candidatos votados. Pero el ciudadano jamás expresó su parecer, menos su voluntad, sobre las listas de RP. La iniciativa deja intocada la conculcación del voto ciudadano sobre RP.
Las listas, además, no responden al interés verdadero de los partidos ni a sus agendas legislativas, sino a unos equilibrios de poder cada vez más oxidados, impúdicos e impresentables.
Las listas son una verdadera afrenta ciudadana. No llegan los mejores ni nuestras Cámaras rebozan de inteligencia y sabiduría. Si el ciudadano votase sobre las listas, como lo ordena la Constitución, solo unos cuántos de nuestros recién estrenados diputados por lista hubiesen llegado.
Como las listas son invotadas e impunes, las dirigencias hacen lo que les viene en gana, sin importarles el parecer ciudadano.
Y como las dirigencias imponen, las facciones internas les imponen sus cuotas. La aberración de las cuotas dejaría de existir si se votara sobre listas abiertas y el ciudadano determinase el orden de prelación de los nombres en la lista de su preferencia. De proceder esto, los que ayer encabezaron las listas, seguramente hubiesen sido ubicados en los últimos lugares.
La cuota es antítesis del principio democrático. Si fuese el ciudadano quien verdaderamente eligiese, el cuento chino de las cuotas dejaría de existir. Únicamente tiene cabida en un esquema de designación (dedazo) partidista. Pregúntese, si no, a la Gobernadora de Yucatán.
Si queremos realmente aprovechar las bondades del sistema de RP necesitamos recuperarlo del secuestro en que lo tienen los partidos; debemos rescatar el voto ciudadano sobre las listas y abrir éstas para que sea el ciudadano –y no las dirigencias- quien determine el orden de prelación de sus integrantes. Suprimir 100 diputados de RP es otro mal parche en nuestra desastrada legislación. No resuelve la afrenta ciudadana que con este sistema infligen los partidos cada tres años.
Por su parte, la supresión de los 32 senadores de RP responde a otra lógica, toda vez que fue una graciosa y estúpida concesión a la morralla partidista para que sus dirigentes cobraran de senadores y se beneficiaran del presupuesto federal a través de fracciones parlamentarias hechizas. Los 32 senadores de RP rompen el diseño constitucional de una Cámara Alta donde las entidades constitutivas de la federación tengan una representación paritaria. Jamás debieron de haberse autorizado.
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