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La obscuridad

La obscuridad

Foto Copyright: lfmopinion.com

Marte regará nuestro jardín.

Hoy es 19 de septiembre de 2217. Nací en Chicago. Ello es un decir, nacer es un decir: soy producto de la robótica. Mis padres son A 217 y AA 17, dos gametos masculino y femenino perfectos.

Ese mismo día, las mariposas monarca iniciaron su vuelo, como siempre, en busca del calor de los vecinos del sur.

Fuí programado para ser CEO de una empresa transnacional para traer agua de Marte; sin embargo, por alguna razón que desconozco, a veces pienso más de la cuenta y soy feliz cuando toco el cielo al leer libros de historia del siglo pasado, más allá del chip con explicaciones seleccionadas de "multiple choice", elección múltiple o subjetividad objetiva.

A su lado, ella se envuelve en sus brazos. Siempre se asombra de su destreza. Sonríe satisfecha en silencio. En efecto, todos son iguales: inexpugnables. Están diseñados para ser eficientes proveedores. Y en el amor, cuando se dejan llevar, son emotivos hasta las lágrimas, aun los ingleses de esta generación.

Cuando llegó la gran depresión y la hambruna, los migrantes volvieron a emigrar. Poco a poco no hubo quién sembrara o construyera, quién cuidara las flores y jardines o viera a los niños, a los viejos y a los enfermos. Hasta en el ejército se notaron las bajas, como el caso de Fede Ruiz, que se alistó y lo mandaron a desarmar bombas, se le ocurrió filmar un video con los peligros, abusos y atrocidades. Entonces lo remitieron al psiquiatra en turno y con miedo se escapó caminando por Tijuana, ahora es oficialmente desertor y vive cocinando en alguna playa de Bahía de Banderas.

En tanto, los ricos extendieron su estancia en San Miguel, en Cabo, en la Rivera Maya... Pareció incluso que las mariposas se negaron a volver a tiempo, como si también se ofendieran por los insultos de un deleznable soez ineducado con poder.

Yo me quedé contigo, para ti, mientras leías y te esforzabas por entender. Yo te amé siempre, amé el jazz y los conciertos de cello que oímos juntos con tu vocación científica de establecer ductos de transportación de agua en el espacio. Te dieron el premio Nobel y viajamos a Estocolmo con escala en París. Nuestro amor fue mejor cada día. Admiré nuestra voluptuosidad; de gozo en gozo hasta El Gozar permanente. Arriba, entre las estrellas fugaces, imaginé las lluvias de meteoritos, los rayos y los relámpagos, las nubes cargadas, para hacer florecer los campos con manos de otros inmigrantes en la rutina histórica de libertad y dignidad.

Mientras los bosques salían de la obscuridad, bebimos vino y reímos entre boca y lengua recuperando la fé. Angel de mi guarda mi dulce compañía…

No me dí cuenta al principio, pareció otro juego, nuevas experiencias dijiste y contra la frustración, el cansancio y la abyección. Los modernos médicos especialistas te recetaron opiáceos para el dolor que te llevaron pronto, como a muchos otros, a su adicción heroica, a partir de adormidera. Te curaron con metadona, recaíste y te cuidé. Te inyectaste en el cuello. Miligramos de felicidad a la miseria. Atrás quedaron las deudas, los cambios apresurados de casa, el vivir con los hijos, de arrimados. Las tarjetas del seguro con nombres falsos. Atrás quedó la desesperanza, el miedo, la soledad, que tanto estudiaste en la historia y te esforzaste por entender.

Sí, hoy es 2217, naciste en algún lugar de Chicago, con la certeza de no ser expulsado jamás.
Algún día, sin embargo, con el renacer de la luz, veremos juntos florecer las jacarandas y las buganvilias del patio de atrás. Entonces, Marte regará nuestro jardín.

Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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