PARRESHÍA

México muere

México muere

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Paisaje sin paisanos.

Fue Nietzsche quien distinguió entre los fenómenos morales y la interpretación moral de los fenómenos. Los primeros no existen per se, sólo la segunda.

Importante es distinguir la diferencia. Las conductas pueden ser de una y mil maneras, pero los valores imperantes en la sociedad hacen de algunas deseo y premio, y de otras rechazo y castigo.

La pluralidad propia del grupo humano hace nuestro vivir contingente, contradictorio, variable y diverso.

Se me dirá, no, no es así, privar de la vida siempre será malo. Pero en la antigüedad se mataba al niño que naciera deforme y en algunos países hoy está vigente la pena capital y la mayoría de las legislaciones incluyen el asesinato imprudencial por medio del cual se disminuye o exime de la pena a quien prive de la vida accidentalmente. Para unos el aborto es infranqueable, para otros puede ser transitable en determinadas circunstancias. La eutanasia está hoy más presente que nunca. Por cierto, se nos llena el buche por la vida, pero suman por violencia, Covit, inundaciones, pobreza, desatención médica, tristeza y falta de oportunidades más de mil mexicanos por día. Y contando.

Regreso al tema, es la perspectiva de cada moral la que imprime su juicio a los fenómenos.

Encontramos, en principio, dos tipos de moral, las cerradas y las abiertas. Las primeras no aceptan nada contrario a su perspectiva, ni por excepción. Las segundas son por naturaleza tolerantes y respetuosas.

¡Imposible una convivencia así!


El clima político que hoy se respira en México y que se puede cortar con cuchillo, es de una moral cerradísima. Se han dinamitado los puentes, desterrado el diálogo y proscrito los espacios de encuentro. Priva la rijosidad, la desconfianza y el rencor. Rencor ni siquiera relativo a circunstancias reales y presentes, sino un rencor aprendido o utilizado como arma y armadura. Rencor por lo que fue, incluso hace siglos, o por lo que conviene como estandarte y excusa, o por lo que se teme que pueda llegar a ser, o bien como simple y efímero distractor.

Imposible una convivencia así. No te odio por lo que haces, sino por los que hicieron aquellos quienes yo digo que fueron como tú, sin parar mientes, siquiera, en cómo y quién realmente eres. Te repruebo por sistema, por ideología, por pose, por estigma; por clase, ingreso, apariencia, preparación, ocupación, o la simple conveniencia mediática de hoy y por hoy.

No es quién eres, qué haces, qué buscas, es la descalificación que sobre ti y tu clase se proyecta y se denosta.

La mujer víctima de violencia es prioritaria para este gobierno mientras no se atreva a reclamar. Los cárteles que toman casetas de peaje y vías de tren no existen en el panorama nacional, pero diez gobernadores que se alían en busca de más recursos para sus poblaciones mancillan la investidura de sólo verla.

México se puebla así de extraños enemigos profanando con su planta su suelo. Ya nadie es parte del paisaje (paisano), porque hemos dejado de compartir el mismo horizonte. Tu paisaje no es el mío; lo repruebo, lo niego, lo persigo; así me cercene de por medio la columna vertebral llamada patria.

Hoy más que nunca recuerdo a mi padre quien siempre dijo que la verdadera política no se mide, ni se ve, ni se pesa; se siente. Cuando cesa la armonía y el México Bronco toca las puertas de la sinrazón y el sin propósito, cuando se cavan tumbas en vez de sembrar milpas, cuando el hermano es el enemigo, México muere.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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