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El engañador engañado
El huevo y la gallina.
El engañador parte de una fe ciega en sí mismo. Es esa su fe la que le engola su voz, da sobriedad a sus gestos, escenifica de milagrosa su autoridad.
En la más oscura de sus soledades el engañador puede llegar a dudar momentáneamente de sí, pero jamás sale de su engaño; ante cualquier vacilación culpan a sus adversarios y se reestablece en su certeza.
No hay efecto de engaño ni de grandeza en quien previamente no se engaña y engrandece a sí mismo.