Crispación
La crispación suele estar presente en lo electoral. Estamos ante una contienda donde se juegan intereses y destinos, principalmente del País, pero inmersos van muchos personales y de gran calado. A muchos les va su proyecto de vida, a otros su ambición política, a algunos más su fortuna, a otros la libertad, a los más la honra.
Como seas y lo que sea, es imposible evitar la rijosidad electoral, más aún en situaciones límite como las que perfilan este proceso. Lo que sí es dable es contener la crispación y conducir y moderar los ánimos. Papel que corresponde a la autoridad, en dos vertientes.
Por un lado la autoridad política en México, quien en principio representa el interés general de la Nación, por otro la autoridad electoral, que, supuestamente, debiera jugar como arbitro imparcial.
En ambos casos, nuestras autoridades están rebasadas. El Presidente goza de generalizado repudio y su Secretario de Gobernación juega como pieza del entramado mexiquense, más que como interlocutor político eficaz y reconocido del gobierno. Méritos aparte, Navarrete llega en el peor momento y con el peor papel: ocupador de lugar en la ceguera mexiquense de creer que todo México es Toluca y gobernar es ocupar espacios burocráticos.
El INE, por su lado, ha optado por un papel protagónico y activo que lo sitúa en la cancha como un jugador más, no como autoridad. La rijosidad de algunos de sus Consejeros y su inusitado protagonismo no son las cartas necesarias de un arbitro prudente, para usar las palabras del Tribunal Electoral, respetado y respetable.
El uso político de su aparato de comunicación lo ha llevado al desprestigio propio y al desdoro del Tribunal. Cuando requiramos de la consistencia institucional de ambas autoridades electorales, lloraremos la pólvora gastada en egos y en infiernillos.
Así vamos camino a la elección más absurda del mundo, en tanto su dimensión y complejidades operativas, sin descontar los desencuentros políticos, económicos y sociales que cruzan al colectivo llamado México, sin timonel, ni contramaestre, ni pararrayos, ni faro, ni autoridad alguna que haga las veces de
autoritas.
Por otro lado, no dejan de sorprenderme los priístas, ahora vienen a descubrir que La Nada Ochoa Reza no sirve para maldita sea la cosa. ¡Vive Dios¡ hasta un niño de pecho lo pudo ver al momento de su imposición. La Nada llegó al PRI, lo repetimos hasta el cansancio, para enterrarlo. Ya saldrá el PEMEXGATE con que le paguen sus buenos oficios. Al tiempo.
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