PARRESHÍA

Los Bad Hombres de Andrés Manuel

Los Bad Hombres de Andrés Manuel

Foto Copyright: lfmopinion.com

Irresponsabilidad inaudita y peligrosa.

¡Cuidado! Andrés Manuel ha escogido a los empresarios, como Trump a los mexicanos, para explotar el rencor, dolor y frustración del electorado.

No desprecio las condiciones desastrosas del común de los mexicanos y, por ende, su enojo, miedo y desengaño.

Tampoco los niveles insostenibles de desigualdad del modelo de desarrollo impuesto a México por el gran capital global, a través de los organismos financieros internacionales a su servicio.

Y menos la corrupción enseñoreada y grosera que luce sin pudor su mundo de excesos en las revistas de sociales de un País en ruinas.

Pero por igual observo un maniqueísmo interesado y manipulador, un cortoplacismo que nos puede llevar a una profunda irreconcialiación, la posibilidad de terminar con un país incendiado y el riesgo de linchamientos electorales.

Del otro lado, aprecio similares cerrazones y cegueras. Exigencia de fueros económicos y sometimiento a su poder de facto.

Andrés Manuel escogió bien a su enemigo, tanto por fama como por tozudez y soberbia. Con paciencia cosecha el cultivo del crisol de desencuentros que guerrean en nuestra sangre. Si gana y los capitales huyen, podrá acusarlos de la debacle y apurar medidas de emergencia en asambleas de mano alzada. Si pierde, como es su costumbre -y, parece, deseo y tarea- tendrá a la mafia del poder consolidada en el imaginario nacional para desestabilizar cualquier intento de reconciliación y avance.

La irresponsabilidad es inaudita y peligrosa, porque son nuestros hijos a quienes encamina al desencuentro y al abismo.

Finalmente, si hubiese gobierno y, además, con autoridad, podría llamar a serenar los ánimos. Pero eso lo perdimos hace mucho.

Solos ante la locura de uno y el miedo y ceguera versallescos y soberbia de otros.

Solo faltan las guillotinas.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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