PARRESHÍA

Piña, estadista

Piña, estadista

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Alternativa real que nos permita actuar como Estado.

López juega a distraer, enredar, aventar los problemas y culpas a otros, y a estirar el tiempo de su irremediable final. Norma Piña es una jurista que piensa en México y responde a su cargo como ministra presidente de la Suprema Corte.

La diferencia más importante entre ellos es que la jurista sí sabe de lo que habla.

Su carta al presidente no tiene desperdicio y lo pone contra las cuerdas.

Empieza por aceptar el reto lanzado por el presidente, pero introduciendo orden en la discusión. López buscaba su negativa y ahora queda obligado a proceder. El problema es que no sabe cómo, porque lo que buscaba era exhibir al poder Judicial, no verse obligado a trabajar con él.

Dice la ministra estar dispuesta a analizar el destino del “dinero que integra los fideicomisos públicos”, de suerte de derivarlos a la ayuda y defensa de las personas damnificadas por el huracán Otis.

Los “fideicomisos públicos” en su conjunto. Si los fideicomisos son instrumentos jurídicos para destinar recursos a un fin determinado y los “públicos”, generalmente a un fin con el mismo carácter; ¿por qué sólo hablar de los del poder Judicial y no de los tres poderes?

Tras de ello la ministra le da a López una clase de política: la propuesta, dice, es “una alternativa real que nos permita actuar como Estado”. Como Estado y como estadista, agregaría yo. Que es lo que Acapulco y México esperan y nomás no ven por ningún lado.

La Corte, continua, está obligada a “garantizar los derechos de todos los integrantes de nuestra institución”, lo cual, señala, ha venido haciendo para, “por un lado, se garanticen los derechos, y por otro, se mejore su uso y aprovechamiento de los recursos públicos para el cumplimiento de otros fines sociales”. Aquí fija la agenda y el cometido. No necesita ya decir nada más. ¿cuántos recursos públicos hoy se usan y aprovechan para fines que no son de naturaleza social? ¿Cuántos han sido distraídos del cumplimiento a que estaban afectos? ¿Cuál es el monto de recursos público usados fuera de los extremos que dispone el 134 constitucional para su debida utilización, administración, destino y beneficio?

Finalmente, la estocada maestra: “quedo en espera de la definición de un canal institucional”, cuando es público que el presidente ordenó “no contestarle ni el teléfono”, le cerró a la ministra en las narices las puertas del Senado y lleva meses despotricando y ofendiendo a todos y cada uno de los integrantes del poder Judicial en general.

Canal institucional que no existe, porque en una corte imperial de floreros y macetas sólo hay caudillo: la negación de toda institución.

Y todo lo anterior, concluye la jurista: “con la finalidad de concretar la propuesta en cuestión”. Cuando es obvio que López no tiene propuesta de nada y para nada.

A López primero le azotó Otis, ayer también Norma.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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