PARRESHÍA

Enano del tapanco

Enano del tapanco

Foto Copyright: lfmopinion.com

Fuera de ese su escenario artificial y controlado, podríamos decir, des—escenificado, es insignificante; se aprecia extraviado, inseguro, torpe. ¿Empantanado? ¿Miedoso?

No, no es Acapulco, ni San Francisco. Para el caso es cualquier lugar; todo aquello que no sea su mañanera. Por eso viaja con ella y su pequeña corte y reparto; por ello la repite a donde va. Fuera de ese su escenario artificial y controlado, podríamos decir, des—escenificado, es insignificante; se aprecia extraviado, inseguro, torpe. ¿Empantanado? ¿Miedoso?

No, no son los damnificados, ni las madres buscadoras, o las feministas; tampoco los niños con cáncer. No fue Xóchitl, o los Lebarón, ni siquiera los gobernadores de otros partidos no aptos para embajador. Es cualquier persona. No es el Senado ni La Corte; es todo lo es más allá de sus templetes; es la intemperie. No, no es la investidura que tanto dice cuidar, es su desnudez. Su nimiedad.

Su personaje y puesta en escena son desde hace mucho su propia celda y tapanco. Fuera de ellos, el pequeño matoncito, el dueño de la verdad y señor de la realidad; sus carcajadas y dedo flamígero, sus otros datos y monodiscurso son sombra y ruido.

Otis y Acapulco, que tanto quiere olvidar —como las medicinas, las masacres, las obras indómitas—, son la realidad que niegan su mundo alterno llamado “Transformación” y muestran su verdadero tamaño.

No, no es la política exterior, ni las reuniones bilaterales o multilaterales; es que junto a otros jefes de Estado se achica y esfuma, da lástima y vergüenza. Por eso se ha comprado su propia realidad internacional de pares enanos, impresentables y horrorosos.

No, no son los acapulqueños, los “conservas”, los adversarios, los enemigos de la transformación. Es él en su laberinto.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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