PARRESHÍA

Es el Congreso, estúpido

Es el Congreso, estúpido

Foto Copyright: lfmopinion.com

No, no es nuestro pecado la traición, tampoco la falta de arrojo, ni siquiera la incapacidad; no lo es la maldad, ni lo es la irracionalidad: es la estupidez.

No hallo entusiasmo en ningún rincón de México. El de Palacio y su candidata no soportan la prueba de la realidad. Las elecciones despiertan más agobios que venturas, el futuro lastra aún antes de ser.

A estas aprensiones se suma una realidad de hecatombe en todos los frentes: seguridad, salud, economía, ingreso, alimentación, educación, futuro y esperanzas.

Por si fuera poco, medios y analistas palpitan a favor, en interesada neutralidad o rabiosamente en contra de la distracción hecha gobierno. Nuestra discusión y sus humores son predecibles sin necesidad de algoritmo alguno. No hay absurdo y barbaridad mañaneros que seamos capaces de ignorar ni evadir.

México muere entre el desgano, la indiferencia, el delirio, la medianía, la complicidad y la estupidez.

No, no es nuestro pecado la traición, tampoco la falta de arrojo, ni siquiera la incapacidad; no lo es la maldad, ni lo es la irracionalidad: es la estupidez. Aferrarnos a la quántica duda de la posible ilusión, que a todas las certezas juntas.

Pero también es minoría de edad y miedo a ser. Esperamos el premio mayor de "El Salvador", en lugar de asegurarnos hacer del Congreso, a todas luces a la mano, el espacio desde donde recuperemos a México del sátrapa.

Vota por ti: piensa en el Congreso.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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