El voto era libre
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Otra madrugada en vigilia. No soy el único, México entero vive horas aciagas de locura y pesadilla.
La vorágine destructora no conoce límites. En México la angustia del fin de un sexenio, el ocaso de su poder y los estertores presidenciales los vivían, tras caras ilegibles y calladas, el presidente y sus más cercanos colaboradores y familiares. Hoy ya no más. La locura del fin se socializa a través de todo el aparato de propaganda del Estado, que para efectos prácticos ya es todo lo que no sea su contraparte clientelar.
La cercanía del final ha disparado una sobreactividad y aquelarre de mentiras, rencores, odios, caprichos, voracidades, miedos, pleitos, desconfianzas, ridículos, abyecciones y postraciones propias de una satrapía de cuento de espanto.
¡Vivimos una tragedia bufa!
Ya sin pudores se compra y coacciona, con el abuso de todo el aparato de procuración de justicia y del presupuesto federales, el voto de un senador que le asegure, al precio que sea, el postrer capricho y ocurrencia al presidente que creyó que lo finito jamás lo iba a alcanzar.
Hoy ya sabemos porqué la procuración de justicia no forma parte de su Reforma Judicial, de suerte de orquestar persecuciones políticas con los aparatos de justicia a cargo del poder Ejecutivo, armar carpetas de investigación a discreción, presionar a adversarios políticos y extorsionar a quien tenga cadáveres en el closet. Sin duda y de ser necesario, también creárselos y descubrirlos como esfuerzo de unos servicios de inteligencia abrazados al crimen organizado, hasta en sus métodos.
Y también sabemos lo que será de la impartición de justicia bajo la egida de un Morena sin corsés ni pudores.
Se dice, sin confirmación del interesado, que un vástago de Yunes, ya dio las naves. Poco vivirá el que no vea la veracidad o negación del aserto.
Pero supongamos sin conceder: Si así fuese, qué legitimidad podría tener su voto en el Senado, si todo mundo —y no es metáfora— sabe que ese voto carece de la más elemental libertad; que fue comprado, esclavizado, coaccionado, chantajeado, prostituido por un poder fuera de sí.
¿Podría ser considerado válido un voto así construido y forzado?
¿Es ese el tipo de voto que queremos como nuevo paradigma: un voto encadenado?
¿Puede ser ese voto fiel expresión de los sufragios que lo auparon hasta el Senado, o es exactamente su negación? ¿No hay en ello un cuádruple robo y encarcelamiento: del senador, de sus electores, de la democracia y de la Constitución?
¿Finalmente, es esta la mecánica que se habrá de usar de aquí en adelante en los demás poderes de la Unión?
¿Para eso estamos sufriendo la afrenta de una Reforma Judicial biliosa, pringosa y rabiosa; para que los jueces decidan el sentido de sus resoluciones bajo presiones y vicios similares y aún más soeces y vejatorios?
¿Qué diferencia hay entre la presión y coacción presidencial sobre un senador con la que, en iguales circunstancias y métodos, pueda ejercer el crimen organizado o potencia extranjera?
¿A quién le correspondería hacer cumplir la Constitución para que nadie pueda ser despojado de sus libertades, derechos, representaciones políticas y responsabilidades públicas?
Aserto Usted, fiel lector, a quien hoy los violenta en befa, impudicia y escarnio.
¡Disfruten lo votado!
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