PARRESHÍA

Felonía patricida

Felonía patricida

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Habrá muerte: el asesinato de México ante nuestros cobardes e impávidos ojos.

Le llaman el sumun de la democracia universal, la venden como elección, la ensalzan como única y suprema, la imponen como "La Obligación Ciudadana", a riesgo de perder la ciudadanía, la alegan como defensa de la patria y hasta como pecado a la “Transición” con condena al fuego eterno.

Votar hoy en México, sin embargo, no es nada de eso: no es elegir ni saber lo que se hace; es “obedecer y callar”, copiar maquinalmente los números de un acordeón volanteado como oferta de merolico, defender lo indefendible; cerrar los ojos, silenciar el pensamiento, aflojar el cuerpo, negar todo lo que debe ser un ciudadano... lamer la yunta.

Hoy y aquí lo único que no habrá es ciudadanía, libertad, raciocinio, pensamiento, democracia, patria. Habrá muerte: el asesinato de México ante nuestros cobardes e impávidos ojos.

Nadie habrá de elegir, porque ya lo hicieron al expoliar un poder de la Unión, confeccionar sus infamantes listas y ordenar en acordeón los números a copiar ¿eligiendo? Los ciudadanos no contarán los votos, sino los ejércitos de la comandanta Taddey y su sargenta corneta, Mónica Soto; tropas que entonarán las glorias y los hosannas de nuestra felonía “patricida”.

Pero no hay nada que festejar, tampoco que decidir, menos que presumir.

Disfruten con las manos llenas de sangre patria.

Balemos como los borregos en que nos hemos convertido.

Postrémonos ante el altar de la locura.

Roguemos por la misericordia de Noroña.

¡Bienvenidos al infierno obradorista!

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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