Perder el mundo
A Pepe Newman
Crecimos bajo la máxima: “yo soy yo y mi circunstancia, y, si no la salvo a ella, no me salvo yo”, de Ortega y Gasset.
Con todo el respeto al maestro, aquí estamos de imbéciles tratando de salvarnos nosotros y resolver nuestra circunstancia, como si todo fuese un problema de voluntarismo: “Échale ganitas, manito”.
En su versión nacional, es el mito de los Niños Héroes: lánzate, “¡oh, joven heroico!”, al glorioso precipicio de la muerte tan épica cuan inútil, que tu sacrificio se cantará eternamente en un sobrio y luctuoso: “murió por la patria”, sin que haya joven ni estudiante que no quiera igualar tu heroísmo e inmolación, aunque los adultos, gobernantes y líderes de toda monta se ahorren ese inconveniente clavadístico, no sin por ello cantarlo eternamente en tu honor y muerte. Bien visto, es la versión mexicana de Aquiles: morir joven y alcanzar la gloria eterna, para retorcerse infinitamente en el Hades por no haber sido al menos siervo de un labrador sin caudal y de corta despensa, en vez de reinar sobre el panteón de héroes lanzados inútilmente al vacío. O de la épica del 68, que “no se olvida” ni en la UIF.
“Salva tu circunstancia”, dicen, como si no fuésemos parte y víctimas de la misma; como si existieran en nuestra realidad, hoy y aquí, las condiciones sociales y económicas elementales para salvarla, como si morir de cáncer infantil a falta de medicinas, de sarampión, bichos en el estómago, hambre o fuego cruzado entre facciones del crimen organizado fuese falta de voluntad de resolver nuestra circunstancia. Como, si ante una tarjeta del “bienestar” o un chaleco guinda y su emisario asociado no tuviesen que postrarse nuestra vejez, miserias, necesidades, opresiones, ignorancia, miedos y las humillaciones sin fin hechas hoy México todo, y las filas de mujeres mayores indígenas con acordeón en mano para votar por lo que no saben qué votan ni qué eligen. Como si la desnutrición fuese requisito para cursar la primaria y llegar a las universidades Benito Juárez sin saber leer, escribir ni sumar.
¡Salva tu circunstancia!, le dicen entre marchas, plantones y carcajadas los maestros de la CNTE, con los bolsillos llenos de dinero, a los niños de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Michoacán y Tabasco, mientras arrastran su niñez entre la desnutrición ancestral, la ignorancia impartida, el olvido, la ideología y la traición de un gobierno que llegó para perpetuarse hundido en el miedo, no para gobernar. Pero eso sí, con un nuevo Benito Juárez por llegar a la Corte por indígena, no por jurista.
Que cada quien resuelva su circunstancia, al mejor estilo neoliberal y populista, que así se dan la mano, al fin y al cabo no es menester que la sociedad nos libere de nuestras más ingentes necesidades: hambre, salud, educación, opresión, sumisión, fantasmas, mesías, miedos, acarreos, acordeones.
Sálvate a ti mismo, héroe.
Salva tu circunstancia, patriota.
Tú contra el mundo. ¡Échale ganas!
O lánzate al vacío.
Ni la circunstancia, siendo compartida, podremos resolverla en acción conjunta o como niño héroe, porque somos seres aciudadaneizados en un mundo de redes llenas de vacíos y ruidos que no dejan oír el llanto silencioso del mundo que muere a nuestras espaldas, mientras vemos la pantalla de nuestro celular o copiamos los acordeones de nuestra perdición.
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