Ya no te voy a...
La presidenta con A, ante los hechos de corrupción en el gobierno de la 4t, incluyendo el primer y segundo piso, con el escándalo del huachicol fiscal, está mostrando que ya perdió la narrativa de la honestidad valiente que tanto alardeaba su jefe, el peje, así como su capacidad de controlar sus propias emociones frente a la realidad que la bofetea todos los días.
Frente a esa circunstancia de asedio que viven ella y su gobierno, sus respuestas tienen doble rostro: no sólo minimiza los hechos, también descalifica al mensajero; lo más relevante de su actitud pública es mostrar su intolerancia para imponer su verdad sin ningún pudor, para exhibir y aplastar a su interlocutor, como resultado de su impotencia para convencer de un México que no existe.
Hoy, sin la protección del peje, para salir avante de los sucesos de corrupción y de complicidad que brotan como hongos en su gobierno, se ahoga en sus propias palabras para negar lo obvio: una telaraña de intereses de las fuerzas vivas morenistas que se mueven en distintos terrenos: en lo público, en lo privado y en el crimen organizado, utilizando como escaparate las instituciones gubernamentales para que los proteja su manto de la impunidad.
En ese escenario que heredó de su patrón, el peje, la presidenta con A ha preferido en este año de su administración continuar con la podredumbre que hacer un trabajo de "bacheo" qué muestre un gesto de simulación ante el cáncer de corrupción de su gobierno.
Esa necesidad de la presidenta con A por callar voces, al expresar: "ya no te voy a contestar", indica su cinismo y sus temores ante los hechos consumados y los que faltan por ver.
Su actitud de cerrazón también muestra que le apuesta a la figura del changuito: no veo, no escucho y no hablo, como método para sortear la realidad que le toca vivir, para justificar los acontecimientos de la cloaca del huachicol fiscal.
En otras palabras, para decirle a su jefe: yo no fui, fueron los gringos, soy inocente.
Como ejemplo de ello, guardando las proporciones, es la pipa que se volteó en el puente de la concordia, en la alcaldía de Iztapalapa, de la CDMX, donde la tragedia golpeó al pueblo bueno y sabio, mostrando, la indolencia de su gobierno, pero, sobre todo, su falsedad al arreglar los baches después del accidente para no inculpar a su gobierno y que la responsabilidad recaiga en el chófer.
También en este caso, la presidenta con A es inocente.
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