PARRESHÍA

Espíritu Jaguar

Espíritu Jaguar

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Saber leerlo.

Conocí a Armando Ríos Piter por razones de índole profesional recientemente. El asunto jurídico que nos juntó no alcanzó la justicia merecida, ni en los tribunales sometidos a un despiadado asedio político mediático, y menos en el juicio paralelo desplegado en su contra con un denuedo institucional, personal y protagónico que se echa de menos en otras facetas y circunstancias del INE, tan ausente en diversos menesteres y dócil frente a desemejantes actores.

En el camino aprendí a estimarlo, cosa que no es difícil por su determinación y bonhomía.

Aprendí por igual a reconocer sus consistencias políticas, prendadas de una objetividad preclara, un instinto sumamente desarrollado y un sentido de compromiso sin fisuras.

Me tocó observarlo en la toma de decisiones y en el enfrentamiento de los retos.

Confieso que me sorprendió su pronto apoyo a Meade, incluso la forma de pactarlo comiendo tacos, pero debo reconocer que me equivoqué.

Lo que me pareció en su momento precipitación, ha probado ser una determinación absoluta y sin dobleces. En otros personajes de nuestra desvergüenza política las negociaciones de su apoyo hubieran sido largas, tortuosas, oscuras y contradictorias, hasta quedar todo cubierto por la indefinición política, como la permanencia de Monreal en Morena tras la ignominia a sus aspiraciones en la Ciudad de México y a su persona.

Qué decir de Gaby Cuevas y su reino por una diputación; del nieto y yerno de la Gordillo afiliados en la venganza, de Espino y la prostitución banquetera de la política, o la de Germán Martínez y sus ditirambos vergonzosos, o la silenciosa de perredistas y priístas cual ratas de barco a pique, o la de próceres panistas que se venden hoy más meadistas que Meade.

Un amigo periodista me preguntó sobre la determinación y formas de Armando Ríos Piter de dar su apoyo a Meade; no le supe contestar, primero porque no era área de mi incumbencia, y aunque tuve la oportunidad y privilegio de observar su procesamiento de los problemas y gozo de la venia de su amistad, en esta difícil y personalísima decisión no participe.

Mi amigo periodista insistió, pero cómo con el tercer lugar, qué está loco.

Hoy a la distancia reconozco que la determinación de Ríos Piter se inscribe en otra forma de hacer política y que, por tal, nos es de difícil lectura; estamos acostumbrados a lo retorcido de la política, a las letras chiquitas, al juego de espejos, a los entretelones de Palacio, de suerte que cuando las cosas se dan con absoluta transparencia nos desespera no encontrar dobleces y retruécanos de los cuales colgar nuestras dudas y desconfianzas.

Lo que vimos en la determinación de Ríos Piter es una decisión de vida y sin dobleces. Al ver traicionada la vía independiente desde y por la autoridad garante, dio con sus naves al través y apostó todo en quien él cree, sin importar los riesgos de su apuesta y sus circunstancias.

Este tipo de comportamientos no se ven todos los días. El propio Meade lo debe estar sufriendo en carne propia ante la mustia sangría de quienes prefieren apostar por el cantado ganador antes de arriesgar su pellejo, de allí lo significativo de quienes arrostran la tormenta con inamovible determinación.

Por ello escribo estas líneas. Esos son los políticos que ya no hay, los que persiguen un ideal, no un beneficio.

Me dirán que omito la renuncia de Ríos Piter al PRD, pero no es así, ella misma confirma mi aserto, él renunció cuando la dirigencia nacional quiso imponerle como compañeros de elección a candidatos de dudosa catadura, no obstante ya haber sufrido el descalabro y la encuerada de los Abarca.

Ahora entiendo aquello de Espíritu Jaguar, en tanto principio generador, carácter íntimo, esencia o substancia; vigor natural, virtud que alienta, ánimo, brío, esfuerzo.

Que me perdonen López Obrador y Anaya, colmados de abyección variopinta, egos y voracidades, pero no veo en sus filas espíritu, solo avidez.

#LFMOpinion
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#Definición
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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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