PARRESHÍA

Su voto no es voto: es miedo.

Su voto no es voto: es miedo.

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Democracia timorata

Sinceramente no entiendo a quienes se enojan porque, alegan, va a ganar López Obrador por culpa de los que nos rehusamos a dar nuestro voto a Anaya.

El argumento debería de darles vergüenza: vota por Anaya para que no gane López, no importa quién sea Anaya, cuáles sus cartas presentación y cuál, si lo hay, su propuesta.

Su democracia y miedo son hijos de los que inocularon en el electorado en el 2006.

Su voto no es voto: es miedo.

Su voto no es libre, responde a su temor.

Votan por y en pavor, no por convicción, y como están apanicados no alcanzan a entender que haya quienes ejercen su voto por convicción, que no lo venden, no lo prestan, no lo mancillan.

Son parte de una generación que creció con travestis de la política (con paradigmas como Creel y Castañeda), que no apuestan a causas ni proyectos ni ideas; apuestan a su persona, pero una Nación no se sostiene con particularismos ni con miedos.

Con miedo no se llega a ningún lado.

Respeto su libertad a jugar su voto como mejor les plazca, pero reclamo respeto a los que no entendemos la política como el arte de acomodarse y amoldarse.

¿Cuántas guerras no se habrán perdido por esta psicología acomodaticia de batalla?

Lo peor es que han sido derrotado de antemano por una percepción que puede tener mucho de manipulación. Ni las manos metieron.


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#Precepción

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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