EL IFE A LA DISTANCIA

De poder a poder

De poder a poder

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Con motivo del nombramiento de José Woldenberg como consejero presidente del IFE, expresé que era un hombre "comprometido con México y su transición democrática. De preclara inteligencia, serio, erudito, ponderado y objetivo; amén de valiente, quien ha apostado su prestigio personal por la democracia. Ojalá —decía en aquél entonces— y no sea sacrificado en los artilugios del poder".

Tras los resultados de la elección puedo afirmar que me quedé corto. Pepe, con gran visión, prudencia y paciencia supo sortear todas y cada una de las locuras, trampas, voracidades y hasta ofensas que algunos consejeros electorales le cruzaron en su camino; sin desviar el curso de la nave, pero esquivando tempestades y arrecifes en las que quisieron perderla. Sólo en México pudo suceder que los ataques al consejero presidente y a su conducción proviniesen de adentro y no, como hubiera sido de esperarse y venía siendo costumbre electoral, de partidos políticos, sus plumas y voceros.

Tras la elección, José Woldenberg se ubica como uno de los hombres con más sólida legitimación y crédito nacional.

Respetado por propios y extraños, y aún por sus más acérrimos adversarios. Su calidad humana, su imparcialidad probada —y no sólo declarada en discursos de ocasión—, su sólida preparación, su inapetencia por el poder y su profesionalismo no pueden predicarse de todos y cada uno de sus compañeros de viaje.

Pepe, además, es quizás el hombre con más clara visión de los riesgos que habrá de enfrentar la autoridad electoral en la elección presidencial del 2000. No en términos de qué partido gane la contienda, sino en cuanto a actitudes irresponsables y partidizadas al seno de la autoridad electoral, como la asumida por algunos consejeros electorales que, sin facultades -¿but, who cares?-, desconocieron la elección en el tercer distrito de Chiapas, antes de que fuese calificada.

Sin embargo, resulta que no obstante las excelentes cuentas por él rendidas, el IFE está a punto de estallarle en la cara, sin que partidos y gobierno se hayan percatado de la gravedad del asunto. Si José Woldenberg es un activo democrático que la República no puede darse el lujo de perder, perder el IFE sería una fatalidad irreparable.

Al interior del IFE se vive una atonía sólo superada por la del PRI. Sin embargo, en ese último, se entiende tras su catástrofe electoral y las de decisión y operación que en cadena, cual siete plagas, le suceden.

Esta atonía tiene dos extremos que se tensan peligrosamente y arriman al instituto al borde del quebranto total. Por un lado, una actividad frenética, voraz y desbocada de los consejeros electorales que, asumiéndose como el Consejo General en pleno quieren apropiarse, y quizá ya se apropiaron, de todo. Y cuando digo todo es todo, sin excepción. Para ellos no hay consejero presidente, secretario ejecutivo, junta ejecutiva ni directores ejecutivos. No hay Cofipe que valga, principios administrativos, división de funciones, asignación de competencias o elemental urbanidad laboral. No hay Poder Legislativo que deba de aprobar un presupuesto que quieren imponerle al consejero presidente, primero, y a la Cámara de Diputados, después. No hay partidos con que consensar los cambios radicales que imponen implacablemente; entre ellos, el de disminuir al grado de inanición el financiamiento público a los mismos (si ya despartidizamos al IFE, sigámonos de una vez con el país, A ver quién jijos nos para).

Por el otro lado, una estructura ejecutiva acosada y agobiada por una estrategia de los consejeros de pedirle cuentas y explicación de cada respiro que da, al grado de hacer ineficaz su respuesta e imposible su cotidiana operación. Los directores ejecutivos, que para los consejeros son sólo "sus" secretarios técnicos de comisiones y grupos de trabajo que ellos encabezan, cuando no están en comparecencias para justificar su proyecto de presupuesto, se dedican a contestar sus mil y un pesquisas, a participar en juntas sin fin, a torear (soportar) asesores de consejeros, o a descubrir azorados los proyectos, grillas, filtraciones y ocurrencias que cotidianamente, también cual plagas, se reproducen geométricamente.

En este río revuelto, los consejeros se cobijan y medran en un mal diseño institucional que abolió los equilibrios internos necesarios en toda institución. Del resto del IFE, unos se guarecen, por poco tiempo ya, en las atribuciones que la ley les impone y que aquellos pretenden violar con religiosidad implacable y feroz; otros hacen maletas; algunos más flotan a la deriva, y hay también quienes mercan lealtades e institucionalidad por un plato de lentejas negociado como se compran los servicios de una prostituta en algún sórdido callejón.

Los temas de la agenda se acumulan y presionan los tiempos: presupuesto, financiamiento público a partidos, creación de centros especializados, nuevo director del Registro Federal de Electores y guerra sin cuartel contra Felipe Solís, cuya salida, por supuesto, permitirá a los consejeros imponerle al consejero presidente un secretario ejecutivo a fin al proyecto de "Jurica" con todo y sus cáscaras de tequila.

Si en su momento escribí que ojalá y Pepe no fuera sacrificado en los artilugios del poder, hoy, con dolor y aprehensión, sólo espero que no se ahogue en la mierda en la que han convertido al poder.

#LFMOpinión
#IFE
#Cofipe
#Woldenberg
#FelipeSolís

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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