ELECTOGRAMA

Las redes son el mensaje

Las redes son el mensaje

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La conversación está en las redes, no en los partidos y sus militancias.

Las precampañas llegan a su fin con más pena que gloria.

Algo no funciona, pero no es solo la pantomima de procesos internos con candidatos únicos, ni el vacío de ideas y razones que impera en la política.

Vivimos un cambio drástico de paradigma en el que los partidos, sus estructuras y candidatos se mueven cual terodáctilos en cristalería.

Atestiguamos el enfrentamiento entre estructuras y redes.

Me explico. Los partidos son organizaciones piramidales sobre bases territoriales, bajo esquemas de férrea disciplina y comunicación estructurada. Son aparatos difíciles de mover, con vasos comunicantes anquilosados e inmersos en un laberinto de intereses, conflictos, atavismos y corruptelas. Si quieres llevar gente al evento hay que hablar y pagar al diputado, que está peleado con el senador, pero que controla a la líder, que cobra por cabeza, camión y alimento, pero que además extorsiona con apoyos, plazas, licencias, puestos de mercado u lo que sea y quiere dos regidurías.

Bajo ese esquema, a lo largo del siglo pasado los partidos desarrollaron una dinámica ciudadana clientelar de altos costos, equilibrio magro de intereses en pugna y lealtades compradas o alquiladas, a la luz de concentraciones multitudinarias para mostrar fuerza, donde el ciudadano va de escenografía. El mensaje en esos eventos nada tiene que ver con los allí presentes, entre ellos no se entabla conversación alguna, el discurso está diseñado para los grandes medios que lo retoman para llenar de ruido sus noticieros y alimentar la hoguera de escándalos y diatribas en que ha quedado reducida la política en México.

Pues bien, en este paradigma, los partidos y precandidatos llevan a cabo la simulación de contiendas internas con eventos supuestamente exclusivos a sus militantes, aunque en realidad son campañas en forma y dirigidas al público en general.

La inconsistencia, empero, no radica en la pantomima. De ser así, iniciadas las campañas formales todo caería en su lugar. Lo que no se dará.

La realidad social y política en México ya cambió. La conversación ya no es de arriba abajo. Los partidos están diseñados y operan para un México rural e incomunicado, al que había que concentrar en plazas y arengar con discursos encendidos. Son estructuras de templete y micrófono, de acarreo y confeti, de intermediaciones compradas, de militantes escenográficos, de boletín de prensa.

Frente a ese mundillo cerrado y congelado en el tiempo, las redes fluyen sin cortapisa posible.
Los precandidatos no tienen que viajar a una entidad para ser visto y oído por sus simpatizantes, ni tiene que reunirlos para ello. Basta con hablarles en la red.

En este cambio de paradigma hay otro elemento en desuso, y éste son los medios tradicionales y sus exponentes. Antes se requería la concesión, el canal y el personaje para hacer llegar el mensaje: el canal de las estrellas, el conductor estelar, el analista tocado por el dedo del poder, el reportaje hecho acorde al interés en juego. Hoy, cualquier chamaco con un móvil en mano puede llegar a más gente y tener más credibilidad que Televisa junta.

Las redes son el mensaje.

El triunfo de las elecciones se va a pelear en las redes.

La conversación dejó de ser del templete a la plaza, hoy es horizontal y todos hablan, no solo el candidato, ni el conductor del programa, ni el analista de casa.

Las redes en la pasada campaña de Trump desbancaron a las grandes cadenas mediáticas y a las estructuras de ambos partidos, llegaron a electores a los que nunca nadie había hecho caso, los hicieron parte de la conversación y los movilizaron a votar, cuando nunca antes lo habían hecho.

Los Demócratas, los Clinton, las élites del poder, incluidas las de los propios Republicanos, fueron rebasados por el poder de las redes.

Hoy la conversación está en las redes, no en los partidos y sus militancias, no en los medios tradicionales, no en las casas demoscópicas, no en las mesas de los mismos analistas de hace treinta años.

El mundo cambio.

Las redes son el mensaje.

Los partidos y candidatos que no entiendan que medio, mensaje, lenguaje, conversación y tono son otros, sin importar recursos y estructuras, serán barridos por la historia este 2018.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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