POLÍTICA

El Rector

El Rector

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Solo hay algo peor que el autoritarismo y es una autoridad de caricatura

No me gustó el mensaje del Rector. Su actitud y propósitos justificatorios rebosan hipocresía. Es tan inoportuno lo tardío de su presencia mediática, cuan ésta oportunista.

"Queremos actuar en contra de la impunidad pero sin actitudes autoritarias". Nadie le ha pedido que actúe autoritariamente, se le exige que actúe en su calidad de autoridad universitaria y como tal. En ese garlito leguleyo de no caer en el autoritarismo se escuda de tiempo atrás la omisión, irresponsabilidad e ilegalidad del poder.

El mal de no ejercer el poder por miedo al autoritarismo está generalizado y carcome al propio Estado. Toda organización social genera poder y éste debe ejercerse; si no lo hace quien se encuentra legitimado para ello, lo hará quien se imponga por la fuerza. El poder es para ejercerse. No me imagino a Maquiavelo diciéndole al Príncipe: no ejerzas el poder por temor a las "noches oscuras". A quien no le guste el calor que no se meta a la cocina, pero quien cobre como autoridad, que lo sea.

El punto es si el poder se ejerce o no con apego a la ley, pero el no ejercicio del poder es de suyo una violación a la ley y jamás ha sido solución de nada.

Autoridad y autoritarismo no son sinónimos, aunque, pareciera, que es lo que el rector enseña a los universitarios. Una cosa es ejercer la autoridad y otra, muy distinta, es hacerlo sin apego a derecho. Nadie le pide al rector que actúe como Atila, dejando a su paso tierra arrasada, pero una autoridad no puede actuar en el pasmo cuando comandos embozados se apoderan con lujo de violencia de la vida universitaria.

El uso legítimo de la fuerza no es concepto vacuo, ni ocurrencia trasnochada; es garantía de convivencia pacífica, libre y ordenada. Para que mis derechos sean, alguien debe garantizarlos erga hominem, incluso, con el uso de la fuerza. Para que el estudiante estudie, el maestro imparta clases, el investigador investigue y las ideas tejan su juego dialéctico, alguien debe garantizar la vida universitaria.

Se tiene el uso legítimo de la fuerza, para que ésta no sea de uso generalizado y para que siempre esté al servicio de la ley. La legitimación le deviene de la autoridad, no de su fuerza; y esa legitimación debe replicarse día a día en un ejercicio ajustado irrestrictamente a la norma y al respeto de los derechos humanos. Cuando el uso de la fuerza se distancia de la ley, deja de ser un uso legítimo porque la autoridad ha abdicado de sí misma, en favor de la fuerza.

En el caso que nos ocupa, pero que puede aplicarse perfectamente al de los grupos de autodefensa y demás joyas de nuestro poder omiso, no se pide que la autoridad violente derechos en el ejercicio de su obligación pública, sino que no violente la ley, en perjuicio de la sociedad en su conjunto, por abdicar de su obligación legal y política de cumplir y hacer cumplir la ley.

Solo hay algo peor que el autoritarismo y es una autoridad de caricatura. Estos grupos ya probaron que pueden sitiar el Congreso, destruir la Alameda, vandalizar el centro de la Ciudad, tomar Universidades a discreción y armarse en grupos de autodefensa. No es el autoritarismo al que nos acercamos, es a la anarquía.

Ser autoridad no es exclusivamente gozar del oropel del poder, es primigenia y obligadamente ejercerlo, incluso, cuando las circunstancias imponen el uso legítimo de la fuerza.

El Rector nos alumbra con sus luces sobre temas de seguridad pública, y se lo agradecemos; pero más reconoceríamos si no fuera oscuridad en su casa por miedo a la propia oscuridad. "La violencia, dice, no tiene cabida en nuestra institución". No debiera tener cabida, pero la tiene y sienta a las autoridades universitarias a negociar con encapuchados que en lugar de libros cargan bombas molotov. El Auditorio Justo Sierra debiera ser un aula del saber y no vecindad de malvivientes.

El Rector se refirió a "las noches oscuras que han afectado a la universidad en otros tiempos". Le recuerdo: noches oscuras de las que el Ejército Mexicano ha tenido que rescatar a la universidad, tomada por agentes extraños a su comunidad, para regresarla al pleno ejercicio de su autonomía y a sus legítimas autoridades que por impotencia, omisión o colusión no supieron defenderla de la oscuridad.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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