De fontaneros
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Corría el proceso interno para candidato a Gobernador de Nuevo León. Napito participaba y el Meme Garza González sostenía que aquello era un error, porque aquél se lo iba a tomar en serio. Y se lo tomó; en consecuencia impugnó con gran escándalo y razón: Sócrates Rizo, ganador de la charada, no triunfaba ni en su casa y con dados cargados. La historia nos lo cobró y caro.
Aquello, claro, fue muchos años antes del robo de 55 millones de dólares a los mineros de Cananea y Napito, entonces, era un dechado de democracia y honestidad. ¡Vive Dios! Sócrates es un niño de pecho de cara a los manejos financieros del huido.
Por la misma época escuché al Meme sostener sobre los panistas que si no les gustaba la putería no anduvieran de burdeles. Eran los tiempos de las concertacesiones y las cañerías del sistema entronizaban gobernadores y sometían principios y soberanía a los caprichos de una democracia "sin adjetivos"… pero de concertación. ¡Ah, aquellos tiempos de la transición!
Los panistas se quejaban con asco de la política de la que medraban. Y aún lo hacen (queja y medro): Gil Zuarth sostiene: "militantes del PAN, de una época para acá, hemos sido señalados por supuestos vínculos con intereses del juego. Por el bien del partido, cada uno debe dar la cara y afrontar con seriedad cada acusación (…) El partido debe hacer una reflexión interna y preguntarse por qué razón pesan sobre nosotros estas acusaciones".
Gil Zuarth no debe de ir lejos por la respuesta: de 123 casas de apuesta en el 2000, los gobiernos panistas cerraron con 349 en el 2012, tan solo 135% más.
Pero los números son nada cuando las circunstancias hablan con el pudor de rehilete: Creel -aquel otro dechado de democracia- entregó a TELEVISA decenas de permisos el día que abandonó Gobernación para ir a buscar por primera vez la candidatura presidencial, dos veces fracasada. Y Poiré, una triste sombra de nada, entregó 80 permisos dos minutos antes de terminar la pesadilla calderonista, en favor de exfuncionarios panistas de la propia Gobernación, cesados por corrupción.
Wikileaks sostiene que intereses norteamericanos ligados a los casinos aportaron al PAN de Nuevo León cinco millones de dólares a las campañas de diputados en el 2006. Sabrá Dios si es cierto o no, pero en aquellas tierras desde hace muchos años se dice que ese partido se sostiene del medro de giros negros amparados por errores procedimentales pactados entre propietarios, autoridades municipales y jueces venales. Gil Zuarth se podrá sorprender todo lo que quiera, pero Larrazabal es un producto pulido por ese PAN al que cuestiona, pero al que contra viento y marea -y muertos de por medio- su partido llevó al fuero legislativo por alguna obscura y reprobable razón, nada cercana a la salud y honra de la República.
El problema, sin embargo, no es exclusivo del PAN y sus mojigaterías.
Todos los partidos requieren de fontaneros para hacer los trabajos sucios; el problema es que éstos se han apoderado de sus estructuras e imponen de tiempo atrás sus usos, costumbres, valores e intereses.
El Méme tenía razón, pero Gil también. Los fontaneros serán necesarios, pero no debieran controlar los partidos. Cuando así lo hacen los resultados saltan a la vista. La política se convierte en juego de sillas y la sociedad en rehén de particularismos y corruptelas.
Los partidos (todos sin excepción) echaron mano de rufianes para robarse las elecciones y éstos terminaron por robarse los partidos y luego la República.
No nos asustamos, pero tampoco lo aceptamos. Marcamos nuestra distancia. No como Gil, que se sorprende por las prácticas del burdel en las que vive inmerso, tampoco como el Meme, que las aceptaba acrítica y festivamente.
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