Venezuela secuestrada
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Basta el sentido común para entender un planteamiento jurídico. Lo aprendí de González Morfín en el segundo semestre de la carrera. Y algo más: si el planteamiento jurídico no se entiende, no es por falta de capacidad del receptor, sino por ineptitud o mala fe del emisor. Generalmente suele ser el segundo supuesto.
Sus enseñanzas vuelven a mí al leer y releer la sentencia del Tribunal Supremo de Venezuela. ¡Qué ganas de buscarle mangas al chaleco! ¡Qué vocación para la impudicia!
El problema de Venezuela no es de interpretación de un precepto constitucional, sino de la realidad.
¿Está Chávez presente o no?
¿Está en condiciones de gobernar o no?
¿Vive aún?
Pongamos que Ustedes, amables lectores, me otorgan un poder para administrar su empresa y les aviso, a través de una carta al auditor de la misma, que salgo de viaje por tiempo indefinido por razones de salud. Pasa más de un mes y nadie sabe nada de mí y se acerca la asamblea general de accionistas, a la que cita su acta constitutiva. Entonces se les apersona un director adjunto, nombrado por mí, con un memorándum del director jurídico, también nombrado por mí, en que, palabras más, palabras menos, les dicen que en una interpretación de un artículo de un Código, yo no estoy ausente, toda vez que avise de mi partida, y que esa "no ausencia" debe prevalecer por un principio de continuidad administrativa.
Cuando solicitan un parte médico, les dice el director jurídico que no se dan los supuestos para solicitarlo.
No se necesita revivir a Ulpiano para saber que les están tomando el pelo.
El poder que Ustedes me dieron es personalísimo e intransferible. El poder implica el ejercicio de una función y toda función demanda un órgano. Si ese órgano no está disponible, no puede haber función posible que se ejerza.
La simulación de justicia a cargo del máximo tribunal venezolano busca truquear la realidad, hacer un acto de prestidigitación con la Presidencia de su República: ahora la ves, ahora no la ves. ¿Dónde quedó Chávez? Aquí, aunque nadie lo vea.
No se admiten pruebas de su existencia. Como cualquier Ser Supremo, su existencia es dogma de fe. Hay que presentir en el aíre su existencia, cualquier otra cosa es artimaña imperialista.
El asunto sería de risa, si no fuera de por medio la soberanía de Venezuela.
Venezuela ha sido secuestrada. Quien quiera saber de su gobierno debe pasar la aduana de los Castro, empezando por los propios venezolanos.
La realidad es contundente y no hay interpretación constitucional que la pueda ocultar: Chávez no gobierna. No existe dato duro que permita suponer, siquiera, que aún esté con vida. El régimen constitucional ha sido roto y la soberanía venezolana la ejercen dos hermanos seniles desde Cuba.
¡La democracia ha muerto! ¡Viva la democracia!
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