LETRAS

La renovación

La renovación

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Antiinmortalidad.

¡Por fin hemos vencido a la muerte!

El delegado firmó el último informe: De acuerdo con disposiciones oficiales y en el marco del acuerdo con Naciones Unidas, es muy grato confirmar que se ha cumplido el tratado por la higiene mundial y en contra del desperdicio ecológico y la descomposición. Ni un muerto más.

Gracias a la disciplina, a los notables avances científicos y tecnológicos, y a la tradicional y sápida comida de tortillas, frijoles y chile, ya no contamos muertos. A volar gaviotas don Tánatos.

Lorenzo Labra Adán besó el retrato de cuerpo entero de su novia. El próximo mayo cumplirá su primer centenario y entrará en la conocida edad de los resabios, con mejores prestaciones, como millones en América.

En esta nueva sociedad orgánica, saludable y ajena a enfermedades antediluvianas es muy común ejercitarse practicando yoga y tai chi al aire libre y jugar ping pong, que ahora es el deporte nacional. Además, se promueve el dominó y los cuenta cuentos del pasado, para hacer menos traumático el salto.

En todas las cabeceras municipales se han instalado los llamados pasajes de renovación celular. El procedimiento es sencillo: se agenda una cita por red, se pasa la tarjeta de identidad y el número codificado de la cuenta y listo: disfruta uno del viaje. Son trece minutos de intensa oxigenación corporal y profunda renovación celular. Al final del túnel, como en otra banda de lavado y planchado, el semáforo verde se prende y a gozar otra vez. Ya nadie muere. La inmortalidad es por fin realidad.

Lorenzo recuerda cuando los cementerios se abolieron, las casas funerarias quebraron y ya nadie se preocupó de encontrar tumbas anónimas y clandestinas. Los hospitales pasaron de moda, ya no hubo tampoco médicos, ni enfermeras.

Cerró de un golpe seco en la frente los recuerdos, mañana será otro día, se concentró en la cita próxima con Eva María, la volvería a ver y se prometió besarla otra vez antes que decir cualquier palabra. ¡Qué día tan luminoso será!

Sin ningún nubarrón a la vista, hablo’ en voz alta.

En efecto, los números son mágicos. Defunciones: cero. Todos en el programa estarán orgullosos, la meta se cumplió antes de lo proyectado. Será condecorado y probablemente alcance un bono extra en su pensión. Habrá que reconocer públicamente la renovación tecnológica china de última generación. Número oficial de nacimientos: menos de 1%, por algunos clandestinos.
El programa ha sido todo un éxito. La población es la misma desde hace siglos, nadie muere, nadie nace, cero migración.

De pronto todo se convirtió en caos, los focos rojos se encendieron, las alarmas con ruidos monótonos y angustiantes no cesaron. Es obvio que otra vez algo no funcionó bien. Esta región del mundo en subdesarrollo cotidiano se acostumbró a poner parches con remedios temporales, pero esto era mucho más serio. Una verdadera emergencia.

Los ancianos y resabios salían de las máquinas de renovación, después del procedimiento y respectivo pago. Eran otros seres cuasiolvidados.

Como si fuera un largo canal interminable de partos, entraron ancianos y salían infantes nonatos y los recién nacidos se acumulaban en las canastillas de bienvenida. Era el caos, nacían y nacían y era una lloradera aquello.

Lorenzo Labra, como responsable del proceso antimortalidad, enmudeció de golpe, llamó de urgencia al consejo de la empresa, pero como todos era tan viejos, les tomó varios días en llegar.

En tanto, Labra vio en la pantalla, ante sus propios ojos a su novia tan deseada, quien para estar presentable para la cita esperada con aún más vigor y energía, solicitó ser renovada y salió en lugar de anciana, como bellísima infanta.

Labra se formó en la cola y esperó pacientemente su turno.




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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