La visita del Candidato Trump a México

La inexplicable invitación en el 2016 del entonces candidato Trump por parte de la administración de Peña Nieto ha probado ser quizás el mayor desatino de toda su gestión. La visita a México le permitió al magnate presentarse por primera vez, y temprano en la carrera, con la seriedad y propiedad de un mandatario, no como un mero bufón de la industria del entretenimiento, lo que ayudo a legitimar su aspiración presidencial dándole un gran impulso a su campaña. No sería exagerado decir que esta visita fue indispensable para que Trump llegara a la presidencia. Por otro lado, no recordamos otro caso en el que el gobierno de México haya extendido una invitación de visita oficial a otro candidato, fuera de Hillary, quien ofendida la rechazó. La razón para esta excepcional visita se ha achacado a la ineptitud característica de nuestra actual administración, pero a la luz de la nuevas revelaciones sobre Jared Kushner, el yerno carnal al cual se ha encomendado, junto con Videgaray, el gobierno mexicano para guiar las relaciones bilaterales desde antes de que Trump llegara al poder, y que fue clave en la organización de aquella infame visita, se vuelve inevitable preguntarse si no fue por corrupción, más que por torpeza, que México decidió darle ese empujón al candidato americano.

Recientemente Kushner perdió su nivel de security clearance, es decir, de acceso a información delicada en el gobierno de su suegro luego de que se revelara que ha tenido contactos secretos con agentes internacionales, particularmente de Rusia e Israel, que lo ven como alguien que puede influir en las decisiones del mandatario y que han intentado sobornarlo. Actualmente Kushner está siendo investigado por el fiscal especial Robert Mueller. En las últimas semanas han circulado reportes que indican que varios países, entre ellos también China, los Emiratos Árabes y México, han tratado de manipular a Kushner, por lo que sólo han querido tratar con él y no han querido tratar con otros diplomáticos americanos.

Los escándalos de corrupción y criminalidad no son nada nuevo para la familia Kushner. En el 2004 Charles Kushner, padre del yerno carnal, fue multado por hacer aportaciones ilegales al partido Demócrata. En el 2005 Charles se declaró culpable de otros 18 cargos de aportaciones ilegales a otras campañas, evasión de impuestos y manipulación de testigos. Fue condenado a dos años en prisión y perdió su licencia para practicar derecho. Desde entonces su hijo Jared asumió la dirección de las empresas familiares en la Kushner Tower, en el número 666 de la quinta avenida de Manhattan (no es broma). Las revelaciones hechas por la investigación de Mueller apuntan a que Jared opera con la misma corrupción e ilegalidad que su padre.

Por otro lado no necesitamos hacer un recuento de los escándalos de corrupción de la administración de Peña Nieto y el virrey Videgaray, y dado que las dos partes que participaron en la planeación de la visita del candidato Trump, la americana y la mexicana, lucen por su corrupción, no resulta descabellado pensar que haya habido algo de esto detrás de aquel desafortunado suceso.

¿Le habrán llegado Kushner y Trump al precio de Peña? Gente menos poderosa lo ha sobornado ya. Esto explicaría la molestia con la que Clinton se rehusó a participar en aquel teatrito del 2016.

Que no nos sorprenda si en las investigaciones de Mueller comienza a aparecer cada vez más el nombre de México, pues a diferencia de los rusos, los israelíes y los chinos que hacen este tipo de cosas con mucha destreza, el gobierno de Peña las hace con las patas, con su torpeza característica, siempre dejando una serie de rastros que cualquiera puede seguir.

Ya nos debería de resultar evidente a los mexicanos que la estrategia de relaciones bilaterales del Yerno Carnal es un arma de dos filos. Porque así como nuestra administración pretende lograr sus metas mediante la influencia de amistades, quizá y lo mismo valga de allá para acá, y quizá en este nepotismo nosotros llevemos todas las de perder, y quizá, incluso, ya hayamos entregado mucho más de lo que nos gustaría y sepamos.

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