EL IFE A LA DISTANCIA

Prestigio a Costo de la República

Prestigio a Costo de la República

Foto Copyright: lfmopinion.com

Un ayer tan presente

Eran los días de la gloria del antes apartidista Santiago Creel, en aquel entonces prohombre del efímero bloque opositor, mucho antes de ser panista y aún antes de abandonar las banderas albiazules (antes de que la fotografía del nuevo César pretendiera también borrarlas) por la causa foxista, propósito, este último, sin rumbo y destino, más si con mucho ruido y ditirambos.

Su actitud vindicativa lo llevó a proponer ante la Cámara, como primera y vital iniciativa de ley, una forma que quitarle al PRI sus colores registrados. Con ello, estaba seguro el imparcial diputado, se resolvían los ingentes problemas políticos y sociales de la nación. Muy a su estilo, hizo un champurrado de la ley y dictaminó sobre la base de la doctrina francesa y la jurisprudencia española.

Cuando la prensa le preguntó acerca de la imposibilidad de que su capricho legislativo pudiese pasar el tamiz de la Cámara de Senadores, "el inmaculado" contestó: "Ese voto (el del Senado) tendrá ciertamente consecuencias ante el electorado, porque cada quien valora sus costos y beneficios de asumir las posiciones que deban adoptar en torno de esta iniciativa y habrá consecuencias políticas. (Siempre!, 16-IV-98).

En igual frecuencia, el ahora renunciante Paoli sostenía en tribuna: "No pasaremos por el Senado, lo que puedo decirles de su costo será de que el Senado no pasará otra vez a manos del PRI en las próximas elecciones". (Diario de Debates, 30-IV-98).

Cito lo anterior para acreditar que Creel y Paoli sabían de antemano que era imposible que esa iniciativa fueses aprobada en el Senado. Como también siempre supieron que el albazo de reforma electoral impulsada en 1999 jamás podría obtener la aprobación de los senadores, si no contaba con la aprobación del PRI. Sin embargo, en lugar de construir ese consenso, se dedicaron a hacerlo imposible, toda vez que no eran las reformas, de los colores, en el primer caso, y de la legislación electoral, en el segundo, lo que buscan, sino los costos políticos de su no aprobación a cargo del Senado y el medro propagandístico en favor de ellos.

Lo mismo puede decirse del asunto de la fotografía de Fox en el emblema de la coalición PAN-PVEM. Lo que se buscaba no era tanto el emblema, sino el escándalo y los costos políticos de su rechazo a cargo del Tribunal. Eso explica la virulencia y sinrazón de los ataques contra esa institución. Seguimos en espera de los argumentos jurídicos y objetivos del PAN en relación con dicha resolución. Hasta ahora sólo conocemos la insidia, la inquina, la descalificación visceral y la ofensa vulgar para con dicha institución de la República.

No sabemos si los consejeros del IFE se prestaron a este perverso juego o fueron sorprendidos y utilizados por el PAN, pero no puede dejarse de observar su impasible actitud cuando Bravo Mena les expresa que "frente a la legitimidad que ha alcanzado el Instituto Federal Electoral, desearíamos poder decir lo mismo del Tribunal (…) repudiamos la reciente resolución emitida por el Tribunal en lo referente a nuestro emblema, que ya había sido aprobado por el Instituto Federal Electoral y que seis de sus magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, arbitrariamente, nos obligan a modificar bajo razonamientos políticos que no se fundan ni motivan en derecho". Resolución que no duda en llamar arbitraria e injusta.

Ni el actor, ni el lugar, ni la audiencia, pueden dejarse de juzgar en este caso: Era el presidente de un partido, en la sede del IFE, durante el registro de su candidato a la Presidencia frente a los consejeros electorales, quien atacaba artera e infundadamente a una institución de la República, utilizando por argumentos que el IFE, es baluarte de la transición democrática, y el Tribunal no. Ante ello, los consejeros guardaron condescendiente silencio. Más aún, si se considera que la resolución del Tribunal lo que modifica, en primera instancia, es el acuerdo del IFE, por ellos aprobado.

El propio, e infalible Fox, en el mismo lugar y oportunidad, inicia su arenga electorera, que no discurso, afirmando que llega a ratificar su respeto a las instituciones, pero termina negándosela al Tribunal, al que le hace un "llamado de responsabilidad", ya que "en un solo día pueden tomarse decisiones parciales, partidistas y no apegadas a la ley (…) que minan el esfuerzo de millones de mexicanos".

Aunque tras de ello el propio Fox estuvo de plácemes cuando el Tribunal ratificó su resolución, alegando que (gracias a la maquinación de este escándalo) había subido varios puntos en las encuestas, confesando con ello, expresamente, el objetivo de su estratagema.

Por ello, no es de extrañar que Creel hoy afirme que va a solicitar en el Distrito Federal (si es que logra la coalición con el PVEM) que se incluya en el emblema correspondiente su fotografía. Todo mundo sabe que su pretensión no tiene patas, pero, al igual que Fox, no es la fotografía lo que busca, sino el escándalo y el costo político a cargo de las instituciones de la República.

Ante ello, sólo cabe recordar a Manuel González Hinojosa, preclaro, serio y auténtico panista, cuando afirmaba: "El riesgo para cualquier partido que sólo da campañas con candidatos en su mayoría no probados en la militancia doctrinaria e ideológica, es obvio, son el fermento de las discordias, divisiones y pugnas internas, motivo de desprestigio para su causa. El riesgo subsiste si la participación de algunos únicamente se debe al deseo de penetración de los partidos por grupos de presión, los cuales sólo aspiran a adquirir cierta fuerza política, además de la específica de su grupo".

La sociedad puede llevar la cuenta: Milenio, la Virgen de Guadalupe, Paoli, la fotografía y la iglesia católica, entre los principales escándalos fabricados ex profeso para sumar puntos en las encuestas. ¿Cuántos escándalos más habremos de atestiguar y a qué costo para las instituciones de la República y el avance democrático de la nación?


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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