EL IFE A LA DISTANCIA

Y la pesadilla continúa

Y la pesadilla continúa

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El día que Woldenberg perdió el IFE


Don Fernando Zertuche recibió su bienvenida a la pesadilla del IFE. Dicen los que se dedican a los desórdenes de la conducta humana que "ante la locura, cordura". Ojalá y la cordura de don Fernando venga a ser ancla de este "transatlántico" sin destino y freno a la demencia que en él se ceba.

Woldenberg, que inexplicablemente se obstina en negar la crisis de la institución, al reanudar -en abril- la sesión de ¡enero! hizo público el propósito que guió los 66 días de negociaciones con los comisarios electorales (certera calificación de Sánchez Susarrey): "intentar la reconstrucción de las relaciones institucionales de cara a consolidar (la) cohesión interna".

Si las relaciones institucionales requieren reconstrucción, ¿hay o no hay crisis?

Lo grave, sin embargo, está en que la designación del Secretario Ejecutivo derivó, vía chantaje, en una pseudorreconstrucción de las relaciones institucionales (veremos cuánto dura), en una Minuta de Acuerdos entre los comisarios electorales y el Consejero Presidente y en la integración ilegal de una nueva instancia con capacidad de dictar acuerdos, por encima del Consejo General, al margen de los órganos legalmente constituidos y facultados.

Woldenberg informó al Consejo General de "la elaboración de un documento de consenso (Minuta de Acuerdos le llamó), que en un principio condensa las coincidencias básicas sobre la misión del IFE, sobre los programas estratégicos que debemos desplegar, sobre las facultades y las atribuciones de cada uno de los órganos, sobre las formas de gobierno, las líneas de mando y las relaciones internas" (casi nada, como podrá usted ponderar).

Los representantes del Poder Legislativo y de los partidos en el seno del Consejo General recibieron la información y la minuta sin percatarse que, por ese hecho, el Consejo dejaba de ser el máximo órgano de dirección, ya que los comisarios electorales y el Consejero Presidente habían constituido un órgano superior, capaz de tomar acuerdos que, en un dejo de generosidad, les eran informados económicamente.

Molinar confirmó el ilegal acuerdo y explicitó su contenido y propósito: "ese acuerdo que usted y nosotros (chifle su mauser el Consejo) hemos tomado, consiste precisamente en establecer un acuerdo para que los trabajos de las comisiones de este Consejo General y las decisiones que en ese ámbito se tomen puedan ser debidamente instrumentadas en el seno de la institución (...) para que las decisiones que se tomen en esas esferas de competencia del Instituto, las comisiones del Consejo General, sean debidamente ejecutadas e instrumentadas".

Caro, ¡carísimo!, le salió al IFE el nombramiento de su Secretario Ejecutivo. ¿Cuáles son las esferas de competencia que la nueva y suprema instancia de dirección del IFE ha concedido a las comisiones que por ley sólo tienen atribuciones de vigilancia y supervisión?, ¿qué decisiones pueden tomar estos engendros del demonio?, ¿dónde está el sustento legal y vinculante de un acuerdo tomado entre el Consejero Presidente y los comisarios electorales?, ¿qué tuvo que obsequiar Woldenberg a cambio del nombramiento?

Por si fuera poco, al final de la sesión, Molinar nos dio un avance de la programación de verano de institución de las estrellas: "vale decir que el Consejero Presidente y los consejeros electorales (chifle su mauser nuevamente el Consejo) hoy coincidimos (¿el chantaje del día, señor Molinar, o sólo el último previo a la sesión?), en que, tal como lo señala la ley (?) y lo requiere la buena administración (??), los cargos superiores de la institución, y en especial los de la Junta General Ejecutiva, dependen de la confianza que en ellos mantenga el Consejo General. Consecuentemente, hemos también convenido (otra chiflada de mauser) que la pérdida de confianza por parte de una mayoría de este Consejo General (o séase el sexteto dinámico) es la razón que nos debe hacer actuar en consecuencia y buscar un reemplazo". Fulminada lo que queda de la Junta, vendrá la pérdida de confianza de cargos menores, así hasta limpiar a la institución de todo hereje que, ajuicio de los seis comisarios electorales, no esté comprometido con ellos y su embozado proyecto. ¡Bienvenido sea el totalitarismo ciudadanizado y chifle su mauser de una vez por todas también la Ley!

En otro orden de ideas, Cárdenas y Cantú estuvieron, como siempre, a la altura de su mezquindad y limitaciones. Zebadúa volvió a hacer gala de su tortuosidad. Pregunta Cárdenas acerca de los méritos de don Fernando; Cantú señala que el maestro Zertuche no había sido considerado apto para inferiores nombramientos y Zebadúa denuncia apresuramientos (sólo tuvieron ¡66 días! para deliberar), preocupaciones exógenas (quién promovió el veto del PRD a Begné) y falta de calma y tranquilidad para terminar de construir los consensos (más bien creo que para concluir los chantajes).

La confesión de Cantú sólo acredita la pequeñez y estulticia de los comisarios, que juntos todos no alcanzan escala suficiente para medirse con don Fernando. Los retruécanos de Zebadúa intentan lavar la cara de su voto a favor.

Ahora, que con relación a las preguntas del autónomo Cárdenas sobre la idoneidad del licenciado Zertuche, creo que otra vez el locuaz comisario se muerde la lengua. Cabría preguntar, a quien lo haya propuesto como consejero y a los diputados que votaron por él: ¿Acaso lo conocían, sabían algo de él, de su consistencia profesional, de su sui generis personalidad, de sus obsesiones, de sus fobias, de sus dislates? ¿Sospechaban de su apetito por los cadillacs; de su negativa a declarar su patrimonio; de su incontinencia para declarar de todo y por todo a la prensa; de su impudicia para filtrar todo tipo de información confidencial; de su megalomanía ciudadanizada y patrimonialista? Bueno sería que nos informasen quién lo inventó, de dónde lo sacaron, qué méritos tenía entonces y qué méritos, si acaso alguno, reúne ahora.


#LFMOpinion
#IFE
#FernandoZertuche

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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