¿Quién asesora a Peña Nieto?
Alguien debió alertar a Peña Nieto que mover a Medina Mora iba a significar:	
1.	Tocar dos veces las puertas del Senado;
2.	Pagar dos veces los chantajes partidistas;
3.	Hacerlo en pleno proceso electoral;
4.	Someterse dos veces al descrédito y desgaste correspondientes; y
5.	Poner en riesgo las, de suyo, siempre frágiles relaciones bilaterales con EUA.
Imposible, entonces, predecir las torpezas de Korenfel; pero aún sin considerarlas, debieron disuadir al Presidente de su encaprichamiento por Medina Mora.
Peña Nieto ha resultado monolítico en cargar sobre sus espaldas los descréditos y excesos de sus amigos. Se olvida que sólo debe quedar bien con el pueblo.
Medina Mora, por lo pronto, sufrió una embestida que nada debe agradecer a su amigo Presidente. Entra a la Corte con todo en contra y le será muy difícil, por más cafés que sirva, granjearse un lugar que en otras circunstancias y mejores operadores –quizás- hubiera merecido con creces.
Pero regresemos al Presidente. Un gobierno dividido obliga al Ejecutivo a medir y administrar muy bien sus propuestas al Congreso y la oportunidad de ellas. En este caso, fue la muerte del Ministro Valls la que lo orilló a tocar las puertas del Senado en pleno proceso electoral y tras de un Pacto por México que (acorde a estas fechas pascuales) hay que negar tres veces antes de la elección. Lo hizo con un candidato que tenía todo cuesta arriba, utilizando a dos miembros del poder judicial como guajes para que nadara el ungido en su terna y dispuesto a pagar los chantajes de los partidos, el descrédito presidencial y la posible descomposición de las relaciones con EUA.
Muy bien, muy su decisión, gusto y masoquismo. Lástima que en su desdoro se lleve entre las patas de los caballos a la República toda.
Pero a sus estrategas y a él mismo se les pasó que ahora tienen que volver al Senado para sacar adelante el nombramiento del sucesor de Medina Mora en Washington. Si no se hubiesen empecinado en él, el desgaste hubiese sido una sola vez, pero o le gusta el papel de sparring o su prospectiva es un tanto cuanto miope.
¿Qué puede esperar Peña Nieto del Senado con cualquiera que sea su propuesta para Washington? ¿Qué si, además, ésta es del mismo talante y enanes del toluquismo-higalguense de su gobierno? ¿Qué a tres meses de unas elecciones intermedias? ¿Qué costo estará dispuesto a pagar esta vez? ¿Le quedan aún fichas para jugar?
En el Senado lo esperan con los cuchillos en riestre, dispuesto a encarecer cada voto y desacreditar lo más posible a Peña Nieto.
La otra opción que tiene el Presidente es esperar hasta después de septiembre para intentarlo, en cuyo caso con quien queda mal es con el vecino del norte que, con razón, pensará que para México la relación binacional puede sacrificarse por una pésima y costosísima decisión, y la ignorancia del manejo de los tiempos políticos en los frentes interno y externo.
Todo ello en un contexto marcado por el pecado de plegarse al juego chino pensando sólo en el financiamiento barato sin considerar las implicaciones geopolíticas continentales, los escándalos de conflicto de intereses en el círculo cercano al Presidente, la crisis económica, la pérdida de territorio y gobierno en varias zonas del país, el conflicto mixteco-jornalero de carácter binacional que se gesta en Baja California y su hermana norteamericana, sin descontar la pésima (¿nula?) operación con el magisterio insurreccional y sus vertientes con el narcotráfico y la guerrilla.
En serio, ¿quién asesora a Peña Nieto? ¿Alguien lo asesora?
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