POLÍTICA

Unos con fortunas; todos desafortunados

Unos con fortunas; todos desafortunados

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El solitario de Palacio no está solo, está rodeado de intereses y de enemigos

"Cada cual forja su fortuna con su comportamiento", dice Erasmo. Pero nuestro comportamiento no florece en un ambiente controlado, aséptico y propicio. Antes bien, navega en aguas procelosas de caos, locura, vicio y tentación.

Las falsas salidas son infinitas; el camino recto, solo uno. Los atajos ofrecen comodidad y descanso; la senda verdadera, esfuerzo, sacrificio y tiempo. El comportamiento, pues, vive tentado a la fuga de realidad, responsabilidad y tiempo.

Por otro lado, la fortuna suele entenderse como riqueza material y dominio sobre otros, no como suerte favorable, bienestar y paz interior. Vemos haciendas y caudales, no personas y menos armonía de ánimo. Apostamos a poseer, no a gozar (Montaigne).

Así, hay desconcierto en el puerto de destino (fortuna) y desorientación en la carta de marear (comportamiento). Generalmente naufragamos en la desdicha.

Donde las confusiones suelen ser mayores es en los ámbitos del poder. En política los amigos son de mentiras y los enemigos de verdad y para siempre. Salvo éstos -los enemigos- todo lo demás es ficción y engaño.

Y la ficción y el engaño son brújulas traicioneras para orientar el comportamiento y para ser afortunado.

El poder por sí mismo no es bueno, ni es malo. No hace virtuoso al hombre ni lo corrompe, por más que nos citen a Lord Acton. El poder solo saca lo mejor y peor de nuestro interior; lo magnifica y lo exhibe.

Quien se adentre a la jungla del poder no debe temer al poder, sino a su ser interno.

Las interminables cirugías y compras obsesivas de la otrora Doña Perpetua, muestran a una mujer insegura e insatisfecha, que nunca terminó por aceptarse tal cual es. Su búsqueda compulsiva por ser otra persona nos habla de una mujer sin felicidad ni sosiego. Con fortuna y poder, pero desafortunada y débil, y en sufrimiento.

La Maestra se veía todos los días en el espejo, pero advertía a otra persona, con afeites y máscaras del poder. Su caso no es exclusivo, el espejo del poder es como el humeante de Tezcatlipoca; pocos son los que no terminan perdidos en su oscuridad.

El poder es, a la vez, un espejismo que descamina a la razón. De lo único que el poder libera a quien lo padece es del buen juicio, la autocrítica y la autocontención.

El poder viene envuelto en fama y "la fama, que festina con dulce son a los soberbios mortales y parece tan hermosa, es un eco, un sueño que, al menor viento, se disipa y desvanece" (Torcuato Tasso)… junto con el poder. Pregunte quien lo dude a Elba Esther.

Otra forma que tiene el poder de confundir nuestro comportamiento es arrebatándonos el trato con los hombres (Montaigne). Su afecto y simpatía; su veneración y humilde lenguaje no está en sus manos rehusarlos para con el poderoso, y por tanto carecen de valor; son fingidos y esconden rencor y resentimiento. La amistad fingida y disimulada no es amistad, porque se funda en el interés y faltando éste, desaparece aquélla (Cicerón).

La amistad se sustenta en "la buena vida, no en los beneficios" (Boétie), pero el poder pone por delante la obtención de mercedes. El poderoso deja de ser amigo para ser dispensador; no es ya la virtud la que concilia la amistad, sino el interés; no se le habla ya al amigo como a uno mismo, sino se implora a un ser superior; ya no se le ama, se le necesita y teme.

La naturaleza, dice Cicerón, inspiró la amistad para auxiliarnos en la virtud, no para acompañarnos en los vicios. Donde el interés suplanta a la virtud, la sujeción o complicidad reemplaza la amistad.

Al final el hombre de poder no tiene a quien acudir, en quien confiar, con quien acompañarse, a quien oír. El solitario de Palacio no está solo, está rodeado de intereses y de enemigos, no de amigos.

En el 2000 vi partir a los priistas en derrota y repudio; en 2012 vi al panismo desfondarse en la embriaguez de su ineptitud. Algunos con fortunas; todos desafortunados. El relevo forja ahora su propia suerte… y la nuestra. Que el poder no doblegue su propósito, ni enferme su voluntad.

Que su comportamiento sea afortunado.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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