Montaje (no figurado) sobre los independientes y uno que otro abajofirmante
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El pasado 22 de septiembre cien personajes publicaron un desplegado en defensa de los candidatos independientes y en contra de procesos legislativos en ocho entidades que harían "virtualmente imposibles" su vigencia, al imponer "requisitos desproporcionados" en retroceso de este avance democrático.
No sé si la figura sea realmente un avance democrático, pero esa es una disquisición de orden teórico. Lo que sí sé es que la figura ya existe no debe ser obstaculizada frente al voto ciudadano para que sea éste y el propio desempeño de los independientes los que aquilaten su viabilidad y pertinencia.
No obstante, seis días después, Excélsior nos obsequió con una versión un tanto cuanto diferente del desplegado: "Ocho intelectuales y políticos trabajan en la construcción de una candidatura que sea una alternativa para los ciudadanos". En palabras del prócer Castañeda: "Si no hay una candidatura independiente fuerte, única, López Obrador es el único que puede canalizar" el hartazgo ciudadano.
A todas luces estos son otros Pérez. Ya no es la defensa de los independientes frente a la "regresión autoritaria", sino un montaje de esa élite político-intelectual que nadie eligió, que a nadie representa y que a nadie rinde cuentas.
No es el avance ciudadano quien motiva su acción, sino su trasnochada paranoia lopezobradorista y su insaciable ambición de poder.
No es apertura y transparencia, tampoco no es democracia; es la cópula de la cúpula y su manipulación, también copulativa, con apoyo mediático.
Son los mismos del Grupo San Ángel, los de la patraña de la ciudadanización, del choque de trenes, del voto útil, del voto nulo. ¡Vive Dios!
Los mismos y en la misma casa.
Juan Ignacio Zavala confirma que a los abajofirmantes del desplegado no son parte de esa cúpula, aunque sí copulados.
Ocho intelectuales y políticos que trabajan en la construcción de una candidatura independiente que sea una alternativa para los ciudadanos, anuncia el Excélsior sin percatarse, o pecar de falta de oficio y olfato, de que le mienten. Los confabulados de siempre buscan una alternativa para ellos, no para los ciudadanos.
Jamás aceptaran que son parte orgánica del sistema político del que viven combatiéndolo y criticándolo; que, en gran parte, son padres del sistema electoral que padecemos y que, sin duda, son forjadores estelares del sistema de partidos que personaliza la crisis política y de políticos que hoy impulsa y explica la moda de los independientes.
Pero la congruencia y responsabilidad jamás les han quitado el sueño. Lo que dispara sus alarmas es el surgimiento figuras políticas fuera de sus ámbitos de influencia y cooptación.
Temen quedar desplazados de la moda de los independientes y para tal efecto buscan emitir una especie de ISO 9000 o denominación de origen consagrada por ellos a través de sus abajofirmantes de cajón.
Y luego pretenden lo absurdo: organizar lo inorgánico. Que los independientes dependan de su organización y conducción. Hacerlos unos independientes dependientes, pues.
Aguilar Camín les alerta: Mientras más sean, menos serán (Milenio 29/09/2015), como si los posibles independientes formasen una comunidad de intereses y no fuesen unidades autónomas que por serlo no sujetan su surgimiento al cálculo propio del cooptador. Lo silvestre no crece en probetas de conjuras. A menos que, entonces, sean todo menos independientes.
Lo ideal, tercia Castañeda, es que sea un "único" independiente a la presidencia que concite toda la furia antipartidos. En esa lógica pronto nos dirá que por qué no él.
Sostengo que la solución no pasa por figuras aisladas y menos tripuladas, sino por la participación ciudadana. Que nuestro déficit es de política, en tanto ausencia de lazos y espacios que permitan hacer común los problemas que nos afectan a todos y que desde la individualidad somos incapaces de resolver; en cuanto incapacidad de conectar lo privado con lo público, de generar proyectos en común y unidades de voluntad y acción colectivas.
Lo que nuestros intelectuales y políticos perdieron de vista en el diseño democrático de los últimos 30 años fue a la ciudadanía. Trabajaron, sí, para construir órganos ciudadanizados que contrataran sus consultorías y personeros; para armar un sistema de partidos hinchado de dinero y cooptado por sus despachos demoscópicos, publirrelacionistas, publicistas y de politólogos; finalmente, se aseguraron de espacios mediáticos para desde ellos sermonear a gobierno, partidos y opinión pública. Lo único que olvidaron fue al actor principal de la democracia, al ciudadano.
Y lo siguen ninguneando. En la misma casa de siempre, los mismos de siempre, buscan azarosos al independiente de sus sueños, no al pueblo de sus realidades.
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