POLÍTICA

Del pase automático al empleo automático

Del pase automático al empleo automático

Foto Copyright: lfmopinion.com

Premia la mediocridad y el burocratismo estudiantil

Dos notas inconexas en la prensa nacional dan cuenta de los costos de políticas irresponsables.

Por un lado un conductor arrolla a 12 normalistas que bloquean la carretera Morelia Salamanca en exigencia de plazas para sus egresados y ampliación de matrícula.

Por otro, la UNAM sólo aceptó a 8.9% de los 126 mil 683 aspirantes que presentaron examen de admisión.

Si se ve con detenimiento, ambas notas están relacionadas.

En México existe desde hace muchos años la discriminación del pase automático a la UNAM, lo cual copta la mayoría de los espacios para un aluvión de muchachos que, sin importar sus capacidades y méritos, el sistema educativo los barre escaleras arriba, dejando escaso margen para que un número considerable de jóvenes de todo el país que sí tienen que presentar examen de admisión.

Para la UNAM los jóvenes no tienen igualdad de circunstancias y derechos: unos pasan automáticamente; otros deben acreditar conocimientos y capacidades y ajustarse a los reducidos espacios que quedan después de la cooptación por el pase automático.

Me extraña que Derechos Humanos guarde silencio ante esta afrentosa y ostensible discriminación.

De 126 mil aspirantes, sólo pudieron acceder a esta casa de estudios 11 mil 348, 8.9%. Un 91% quedó fuera.

Conozco casos de muchachos que han presentado hasta en cuatro ocasiones los exámenes de admisión a la UNAM, obteniendo en todos los casos calificaciones de excelencia, sin lograr acceder a ella porque sólo se abren unos cuantos lugares para algunas carreras. Por ejemplo, para filosofía algunos años ha habido sólo 27 lugares abiertos para miles de aspirantes externos.

El pase automático, es un hecho, no mejora la calidad educativa y, antes bien, premia la mediocridad y el burocratismo estudiantil. Basta flotar para asegurar un espacio.

Es una conquista tipo sindical que atenta contra la excelencia y calidad educativa propia de una universidad.

Peor aún, incuba un germen cancerígeno en nuestro jóvenes a quien se les forma en la cultura de tomar los espacios como conquistas y no como mérito del esfuerzo y del trabajo.

Un lugar en la UNAM para ellos es un derecho, no una obligación.

Esta cultura se desdobla en el caso de los normalistas en demandas de empleo automático.

Del pase automático al empleo automático. Baste concluir cursos para obtener una plaza de base de por vida, sin importar capacidades, habilidades y desempeño.

De la mano, obviamente, camina la exigencia de ampliar el número de espacios en las normales para, en consecuencia obtener, más espacios para estudiantes que llegan no a estudiar, sino a exigir una plaza de por vida.

Y para que no quede duda, la demanda de más espacios en las normales y la exigencia de empleo automático saliendo de ellas, se expresa con lujo violencia. ¡Faltaba más!

Este es el mundo bizarro que hemos construido, donde se castiga el esfuerzo y las capacidades y se premia la presión y el chantaje, para supuestamente comprar una falsa y efímera paz social. Es la "centenización" (de la CNTE) de la vida nacional.

#LFMOpinión
#Política
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#Meritocracia

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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