POLÍTICA

Lo que pasaba en Tepito, se quedaba en Tepito

Lo que pasaba en Tepito, se quedaba en Tepito

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Lo que pasa en Tepito se queda en Tepito, hasta que se negó a permanecer allí y desde el corazón mismo de la Ciudad su barrio bravo irriga su violencia implacable al torrente sanguíneo de la urbe

Cuando despertó, Tepito todavía estaba allí.

La realidad -que es muy necia- terminó por alcanzarnos.

En un instante todo se descompuso en esta Ciudad que, inexplicablemente, se había mantenido ajena a la violencia que desangra al resto de la República.

Por lo menos eso se nos hizo creer: "Aquí no pasa nada", cuando todo pasaba.

Y no es solo un problema de percepción y control de medios. Es uno más profundo, grave y explosivo.

La violencia en esta Ciudad tuvo dueño por muchos años y éste la controlaba, la encausaba contra sus enemigos y la explotaba a discreción, ya ve Usted que las campañas eternas cuestan una eternidad.

Hoy a Mancera se le descuaderna el Distrito Federal, o mejor dicho, los controles que el gobierno de la ciudad tenía sobre sus violentos.

Cualquier gobernante ligeramente cuerdo hubiese encendido todas sus alarmas, si por las calles de su ciudad una horda de "luchadores sociales" (Ah, los conceptos campana y su vaciedad) marchasen con machete en mano y cañones pequeños en contra de un aeropuerto.

Aquí no. Al contrario, los escoltamos con fuerza pública. Total, el reclamo era contra el Gobierno Federal.

Todo gobierno busca acotar a los poderes fácticos que atentan contra su propia naturaleza, función y existencia.

Aquí no. Prohijamos, fortalecimos y armamos taxistas piratas, pepenadores infiltrados en la oposición, ambulantaje, combis, microbuseros, invasores de predios, giros negros y todo tipo de clientelismo. Y mientras mayor sea su capacidad de violencia, mejor.

Nunca nadie pensó que los Frankensteins que creaban y alimentaban pudieran salírseles de control.

Y sin control están.

¿Se imagina Usted a Los Panchos Villas sin la rienda del gobierno perredista, a los Taxis Pantera o a los grupos de choque bejaranistas? ¿Cuánto tiempo tarda en aparecer la versión chilanga de Guardias Comunitarios?

Puede que Mancera hubiese empezado a apretarles y su reacción fue mostrarle su fuerza y su capacidad de violencia.

Puede que Mancera no hubiese aceptado el chantaje de los "políticos" (otro concepto campana tras el que se esconde cualquier especie de psicopatía), y que le hagan sentir el rigor de sus demandas.

Puede que las tribus perrediacas hayan soltado a sus perros para alinear su embestida por la sucesión de su dirigencia nacional.

Puede que sea un paso más en la escalada de violencia en la Ciudad, que con irresponsable pasividad observamos desde el primero de diciembre pasado. Una especie de procesión MORENA.

O puede que sus Frankensteins hayan adquirido vida propia.

Los muertos, las balaceras por las noches y toda la zozobra que devasta al resto del País desde hace ya años, están ya con nosotros. Siempre lo estuvieron, pero no los queríamos ver, no al menos mientras sus violencias se orientaran contra alguien más.

Tepito es un uñero supurante. Lo ha sido por años; pero mientras estuviese encapsulado a nadie importaba: Lo que pasa en Tepito se queda en Tepito, hasta que se negó a permanecer allí y desde el corazón mismo de la Ciudad su barrio bravo irriga su violencia implacable al torrente sanguíneo de la urbe.

Solo una irresponsabilidad sin parangón pudo pensar que un espacio sin control gubernamental y sin ley podría amurallarse y contener el contagio de su anarquía al resto del cuerpo social.

El clásico diría que los demonios andan sueltos. No es solo un problema de Mancera y de Peña, aunque sean ellos los principales responsables. Es un problema de una sociedad enferma, pasiva, mediatizada y cobarde.

Y así como una buena mañana despertamos y Tepito todavía seguía allí. Así despertaremos cualquier día para encontrarnos con un pueblo en hambre y en armas.

Pero no aprendemos.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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