POLÍTICA

De Elba Esther y Emilio el golfista

De Elba Esther y Emilio el golfista

Foto Copyright: lfmopinion.com

Roban a sus sindicatos para comprar poder y perpetuarse en el ciclo robo-apoyo-poder. Una especie de clientelismo de los poderes fácticos para con el sector público

Sabemos cuánto gastó la Maestra en ropa, cirugías, casas y aviones -por lo menos del 2008 a la fecha-, lo que nunca sabremos es cuánto del dinero birlado al sindicato derivó a la compra de candidatos. Podemos inferir que es una cantidad mucho muy superior a sus bagatelas personales.

Nuestro modelo de democracia no pudiera ser más perverso. Los cuantiosos recursos del financiamiento público a partidos políticos son insuficientes para cubrir los costos de campaña, y eso que radio y televisión se cubren con los tiempos del Estado. Los candidatos tienen que conseguir recursos, lo que los coloca en una especie de estante de supermercado donde los poderes fácticos acuden a comprar candidatos (y gobiernos).

Con pacas de dinero en efectivo apoyan al o a los más viables, quienes al llegar al poder tienen que pagar con favores, obras, concesiones, devoluciones, excepciones y lo que puedan rascarle al Estado.

Problema especial es el de quien no gana la elección y queda endeudado. Pero ese es otro cantar.

El modelo escritura la lealtad del funcionario público a su padrino económico e incentiva los padrinazgos. Muchos de ellos, como la Maestra, roban a sus sindicatos para comprar poder y perpetuarse en el ciclo robo-apoyo-poder. Una especie de clientelismo de los poderes fácticos para con el sector público.

Muchos de los desvíos de recursos públicos y cuotas sindicales, de las obras infladas, contratos desproporcionados, concesiones turbias y macrodeudas estatales obedecen a gobiernos y funcionarios que escrituraron su alma y atribución de Estado al diablo.

Mientras no modifiquemos nuestro modelo de democracia, las Elba Estheres, los Pemexgates, las Estelas de Luz y los moreirazos serán el pan nuestro de cada día. Y cada día más impúdicos.

La publicación en la prensa nacional de la fotografía del Presidente Peña jugando golf en Mérida con Emilio Gamboa tuvo significado político.

Se dice que la fotografía fue tomada por un socio que la subió al ciberespacio, pero su amplísima difusión huele más a cobertura de oficina de comunicación social que a trending topic.

La primer víctima de la fotografía fue el Gobernador Rolando Zapata. El Presidente puede ir a cualquier entidad en viaje privado y el Gobernador debe respetar su privacía, prestar los apoyos de rigor (ambulancia, hospitales alertados, seguridad, comunicaciones, etc.) y estar pendiente de cualquier asunto que pudiera surgir. Tal pareciera que éste era el caso, pero cuando la fotografía tuvo cobertura nacional e implicaciones políticas, el Gobernador y la reserva con la que se manejó quedaron en entredicho. El Presidente acudió a Yucatán y desde allí envió un mensaje político sin, siquiera, saludar al Gobernador. Éste quedó marginado de la visita, del mensaje y del afecto presidencial.

A partir de la foto, en Yucatán ya nadie querrá tratar con el Gobernador, todos buscaran a Gamboa Patrón, el "amigo" yucateco del Presidente. En su sexenio, Salinas debilitó hasta la marginalidad a los Gobernadores y cuando requirió de su apoyo, éste, cuando lo hubo, le resultó a contrarresto. Peña no debiera debilitar a la camada de Gobernadores que lo acompañan, de suyo disminuida y en desdoro.

La segunda víctima de la inocua fotografía fue el propio Presidente. A unos días del golf y del apapacho político, el titular del Ejecutivo Federal fue innecesariamente ofendido en el Senado de la República, prohibiéndosele hacer uso de la palabra con motivo del cien aniversario del Ejército Nacional. El Presidente no se invitó solo, ni pidió la palabra; fue invitado y se le ofreció hablar. Ya invitado, se le bailó un jarabe tapatío en la cabeza. ¡Vaya invitación! ¡Vaya amigos! ¡Vaya homenaje!

¡No me ayudes Compadre!

Pregunto, ¿qué necesidad? ¿Quién mete en estas danzas y estériles desencuentros al Presidente, al Ejército y al siniestrado Gobernador?

#LFMOpinión
#Política
#ElbaEstherGordillo

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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