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Calderón confunde gobernar con hacer publicidad

No hace mucho, en política lo importante eran los resultados. Hoy solo cuentan las apariencias mediáticas, o al menos a ellas le han apostado los gobiernos panistas.

Lo primero que requiere un político es una buena dosis de realidad. Los panistas, por el contrario, creen ciegamente lo que ven en la televisión, aunque sean mentiras y montajes por ellos fabricados.

Calderón habla de un México que no existe, de un programa carretero que nadie ha visto, de una cobertura de salud que desmienten los índices de pobreza, de un bicentenario que no pasó de mediocre show mediático y robo a la Nación.

Calderón confunde gobernar con hacer publicidad.

Calderón protesta por la mañana prudencia democrática y madurez política, y por la tarde vuelve a la camorra antipriista que lleva en su ADN.

Cada mañana amanecemos con la "captura del día": un temido e importante miembro de la delincuencia organizada es mostrado ante cámaras y micrófonos, en una escenografía de vehículos, naves y policías artillados. ¡Un golpe estratégico al hampa organizada! Que, sin embargo, se revierte en mayor criminalidad, más sangre e inseguridad sin par.

Cincuenta mil muertos no pueden ser borrados por ninguna machacona estrategia de comunicación, ni por la repetición ad nauseam de discursos inculpadores de gobernadores, munícipes y policías.

La realidad, decía Reyes Heroles, es muy necia, aunque Calderón no lo crea.

Por supuesto es muy cómodo dormir bajo el manto protector de los medios comprados a base de propaganda gubernamental y la deformación a modo e interesada que éstos puedan hacer de los hechos; pero la cobertura mediática, violenta y enmascara la realidad, no la cambia y menos la sustituye.

Creer que la realidad es lo que de ella se dice es enfermo y peligroso, por lo menos lo es para un político.

Puede que la Señora Cassez sea culpable de los secuestros que le imputan. Ya nada importa porque jamás podremos saberlo. No es la Suprema Corte de Justicia quien, en su caso, le falla a las víctimas, son los encargados, en primer lugar de protegerlas, cosa que a todas luces no hicieron, y luego de perseguir el delito y llevar a sus responsables ante la justicia.

Las autoridades responsables del caso tienen por atribución legal primigenia investigar y perseguir los delitos; cuando en lugar de ello, se ocupan de montar escenarios a modo -desvirtuando hechos, tiempos, modo y circunstancias- para vender una imagen falsa de su hacer, fallan en el ejercicio de su función, engañan a la población, dejan en indefensión a las víctimas y, en el fondo, protegen, así sea involuntariamente, a los presuntos criminales.

Hay un hecho incontrovertible: los encargados de resguardar la escena del crimen para conservar los hechos que lo acreditan, así como de garantizar el debido proceso de ley para evitar que los criminales se escapen del alcance de la justicia por rendijas leguleyas, fueron quienes alteraron una y violentaron otro; y lo hicieron con un propósito propagandista a todas luces falso y, en el caso, ilegal.

Si eso hizo quien encabeza los esfuerzos federales de limpieza y profesionalización policiaca, quién nos puede asegurar que los montajes diarios de capturas, las cifras de logros propios y de fallas, lacras y vicios ajenos no son otro montaje más.

Contra la verdad, decía Hegel, no hay nada y la verdad termina siempre por salir a la luz. Eso lo saben los verdaderos políticos. Quienes solo apuestan a las apariencias serán barridos de la historia junto con ellas.

PS.- Otra apariencia panista que ha caído por los suelos es su supuesta democracia interna. Para usar el vocabulario propio de ellos: la marranada que los propios panistas en rebelión han develado de sus procesos internos no es responsabilidad del cero a la izquierda de Madero y su operador estrella Molinar; lo es de quien se niega a actuar como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y se obstina en serlo de su partido en desgracia.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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