POLÍTICA

Lo que el PAN no aprendió

Lo que el PAN no aprendió

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No merecemos otra elección de miedo, basada en supuestos peligros para México. Las elecciones no las puede ganar quien menos desprestigiado llegue al final, el sobreviviente a las campañas negras o el triunfador de las campañas de miedo

No deja de ser contradictorio, por decir lo menos, que Calderón la agarre contra todos y luego llame a la unidad. Tampoco deja de serlo que mande a sus Noroñas (Molinar, Lozano y Corderito) a golpear y clame por acuerdos; o convierta las delegaciones federales en arietes panistas y jure imparcialidad federal; o politice la procuración de justicia y se enoje por los desfiguros resultantes; o mancille la división de poderes y se llame a sorpresa por la tormenta desatada.

Es igualmente contradictorio financiar su campaña con el dinero de quienes desde el gobierno debe contener en aras del interés general y la soberanía nacional, aliarse con lo peor del sindicalismo mexicano y buscar el aplauso o la excusa en el desdoro de las instituciones nacionales.

Y es que hay algo que el panismo ya jamás aprendió y es que la gobernanza exige un mínimo elemental de responsabilidad para con la Nación y el interés general. Como oposición se puede ser irresponsable. No debiera ser así, pero el "Paradigma Muñoz Ledo" ha permeado a profundidades insondables. Más un Jefe de Estado no puede tener una visión segada, una agenda partidizada, ni un discurso rijoso; menos aún puede ser rehén de fobias fundamentalistas. En su calidad de cabeza de Estado sólo puede ver y responder al interés de la Nación.

La división, el encono y el enfrentamiento no pueden ser impulsadas como política de Estado. Toda organización social requiere un piso elemental de cohesión social sin el cual la sociedad entra en caos y cualquier esfuerzo organizativo es vano. Corresponde primigeniamente al Estado promover y asegurar ese piso. Esa responsabilidad está por encima de cualquier bandería y honrarla distingue al estadista del hombre de partido.

Cuando Calderón, como Presidente del PAN, inauguró la moda panista de festejar un grito alterno en la Columna de la Independencia su propósito de exclusión era expreso: unos eran los héroes y asistentes del Zócalo, y otros los suyos; en su intención palpitaba la negación y descalificación de todo aquel que no fuera de su capilla.

Hoy Calderón da el grito en el balcón central de Palacio Nacional y las huestes panistas se han visto obligadas a dejar en desuso su festejo partidario, pero el comportamiento contradictorio del primero lo acerca más a sus años de líder opositor que a su obligación de Estado, a su mitin panista en la Columna de la Independencia que a la fiesta nacional en el Zócalo, al francotirador de las instituciones que al jefe de ellas.

Lo que más preocupa de este proceder es el desgaste, cuando desmontaje o rompimiento, de las amarras de nuestra cohesión social a que se ha sometido a la Nación desde Los Pinos. El conflicto que se vive entre los Poderes de la Unión no es un tema menor, aunque sí extraño a nuestra vida institucional y de altísima peligrosidad.

La principal responsabilidad de un Jefe de Estado es la subsistencia de la cohesión y organización social. Sin ellas no hay razón para permanecer unidos. La división de poderes no es una ocurrencia, es una garantía de los gobernados.

Los partidos políticos son entidades de interés público y organizaciones de ciudadanos que a través de ellas ejercen sus derechos políticos y ciudadanos. Su diversidad es expresión de que las parcialidades son sólo partes.

Para un Presidente todos los mexicanos deben de valer igual y todos tienen los mismos derechos.

Calderón está por entrar a la más grande y difícil prueba de su carrera política, la de su compromiso democrático, aquella que lo puede elevar a nivel de estadista, o perderlo en el de militante furibundo.

Sus contradicciones y arranques no le ayudan a lo primero. Sus Noroñas tampoco.

El discurso de que "ahí viene el lobo", la caricaturización del pasado, la satanización del tercero, el ocultamiento y negación de los errores propios, la renuencia a la autocrítica y el golpeteo a las instituciones son un caldo de cultivo que México no merece y debemos evitar.

No merecemos otra elección de miedo, basada en supuestos peligros para México. Las elecciones no las puede ganar quien menos desprestigiado llegue al final, el sobreviviente a las campañas negras o el triunfador de las campañas de miedo. Los mexicanos tenemos derecho a escoger entre proyectos y propuestas, a la deliberación política, al respeto al derecho de todos, sin exclusivismos, al respeto y cuidado de nuestras instituciones.

México no aguanta otra elección cuestionada y poco creíble, tampoco se merece una elección conflictuada, ni un postelectoral incendiado, ni instituciones golpeadas desde el mismo Estado. México merece políticos, no fedayines electorales.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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