POLÍTICA

Nombres pesadilla

Nombres pesadilla

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Hay nombres que sólo pueden asociarse con conflicto. No hay manera de pensarlos en tiempos de normalidad política y social, con eventos gratificantes, espacios de prudencia y civilidad, ámbitos de paz y gozo.

Invocarlos es llamar a la confusión, a la querella, a la amargura, a la división. No tienen cabida en ningún escenario de una sociedad en paz, ordenada, trabajadora, armoniosa y feliz.

Para esos nombres sociedad es sinónimo de guerra y sangre, hermano de enemigo, libertad de atropello, expresión de insulto, convivencia de violencia.

Para esos nombres no puede haber días soleados, sonrisas francas, familias avenidas, acuerdos políticos y convivencia plural.

Son nombres de sombra y tormenta, de zozobra y dolor; de afrenta y provocación; de abuso y duelo.

Son nombres que no alcanzan a apreciar la luz del sol, el canto de los niños, la música del agua, la risa juvenil. Nombres que equiparan lo normal con lo mediocre, la paz con la muerte, la armonía con la locura. Nombres que sólo pueden pronunciarse en el encono, en la sinrazón, en el enfrentamiento y, a veces, en el delito.

Nombres que han poblado el firmamento político nacional de nubarrones y noches sin salida.

Nombres hiel, ácidos y corrosivos, enfermos y virulentos, que sólo prodigan lo que son.

Nombres que conceptualizan la política como guerra y no como entendimiento.

Nombres para quienes la política tiene que ser tórrida, ominosa, compulsiva, cobarde, falsa. Nombres medro, para los que la política debe ser amarga y dolorosa, conflicto y ruptura, odio y sinrazón, beneficio personalísimo y caos.

Nombres que machan el plumaje de la política con su pantano, sin importar bandería, tiempo y lugar.

Nombres que viven de desangrar al pueblo, de enfrentarlo, de dividirlo; para amasar confusión, convulsión y odios, que respiran crispación y sólo ven enemigos y amigos.

Nombres siempre asociados con fracasos, no con triunfos, con hechos lamentables no con logros, con tempestades no con días soleados, con inquinas no concordia, con zozobra no con esperanza.

Nombres sindicados en la traición, el engaño, la incongruencia, la inconsistencia, la mentira.

Nombres que han escrito las páginas más lamentables de nuestra historia reciente.

Nombres que insisten en hacer de México una tea para recuperar su regreso a los infiernos de los que nunca debieron salir.

Nombres pesadilla: Muñoz Ledo, Camacho, Padierna… (Usted continúe)

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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