Víctimas verdaderas

En las medianías entre Sonora y Chihuahua, en lo más intrincado de la Sierra Madre Occidental, cerca del poblado La Mora, del municipio de Bavispe, territorio de Sonora; iniciando el mes de noviembre de 2019 una familia mexicoestadounidense, miembro de una comunidad mormona asentada en territorio nacional desde 1924, es masacrada con almas largas disparadas desde diversos puntos sobre el camino de terracería por miembros del crimen organizado enseñoreados en esas tierras.

Años antes, otro miembro de esa familia, de 17 años de edad, fue secuestrado y por su liberación se exigió un millón de dólares, la familia no consintió pagar y el chamaco fue finalmente liberado, para días después sufrir el levantón y ejecución de otros dos de sus familiares.

Aquella mañana de noviembre, 17 familiares LeBarón tomaron la terracería; tres mujeres adultas y catorce menores de edad, en tres camionetas con destino al municipio de Galeana, las dos primeras, y a Phoenix, Arizona, la tercera.

A las 13:00 horas fueron acribillados en sus camionetas con lujo de violencia y armas largas de grueso calibre. Los impactos hicieron explotar los tanques de gasolina y el fuego consumió la vida de nueve personas: las tres mujeres adultas y seis menores. Otros seis sufrieron quemaduras graves y una menor fue desaparecida.

Nadie tomó una selfi del evento, ni oportunidad tuvieron. Nadie llamó a los medios y pidió avisarle al titular de la Secretaría de Seguridad Pública a nivel federal. Nadie pudo utilizar la masacre con fines electorales, ni acusar a un gobernador, ni desorbitar los ojos de miedo fingido.

Esa fue una masacre real, sanguinaria, dolorosa, como tantas que se suceden sin fin en estos días en que se matan candidatos a puñados

Esa violencia existe y cobra vidas cotidiana y sanguinariamente. Vidas como las que se perdieron en la Línea 12 del Metro por un derrumbe aún no explicado.

Nada parecido a dos camionetas de lujo que se alcanzan en una carretera a los ojos de agentes de seguridad que a distancia los cuidaban y cuyos pasajeros se saludan e intercambian amables comentarios, para luego denunciar un atentado que jamás existió.

En honor de las verdaderas víctimas de esta violencia escribimos estas líneas.


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