Caos de ausencia
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Por sobre todo, pronta recuperación del presidente López Obrador.
Pero no podemos más que expresar nuestro más alarmante extrañamiento por el manejo del asunto.
Durante una mañanera reciente habló de reiniciar giras este fin de semana, sin saber aún si a Nayarit o Hidalgo; una hora y media después ingresaba al Hospital Militar.
Fue hasta pasadas las 16 horas que el responsable de la política de comunicación del gobierno, en un tweet ¡personal! informó que en una revisión de ¡rutina! el presidente había ingresado por la mañana al hospital.
No fue sino hasta pasadas las ocho de la noche que el secretario de Gobernación informó la hora de ingreso al hospital, las 10:30 horas, casi con 10 horas de desfase, que le habían practicado un cateterismo, que se encontraba bien y que posiblemente hoy estaría trabajando.
Más tarde fue desmentido y se informó, escuetamente, que el presidente no tendría actividades este sábado y domingo.
Veamos las cosas objetivamente. Cualquier persona se enferma y López Obrador no es el primer presidente en el mundo que se hospitaliza.
Lo que sí es novedoso es la total ausencia de protocolos y gobierno durante su hospitalización.
Si la revisión médica era de rutina, por qué no decirlo.
Si no fue de rutina, por qué no se informó de inmediato.
¿Qué pasó de las 10:30 a las 16 horas? ¿Cuál fue el estado y condición del presidente?
¿Por qué se informó de su hospitalización hasta que prácticamente ya se le estaba practicando el cateterismo?
¿Por qué a través de un tweet personal?
¿Estuvo en condiciones todo ese tiempo el presidente de gobernar?
¿Por qué hasta la fecha no hay un reporte oficial médico del cuerpo de doctores que lo atiende?
¿Por qué decir que posiblemente estaría trabajando el día de hoy?
Si está bien, por qué no mostrar una fotografía de él en el hospital
¿Quién está al frente del gobierno en estos momentos?
¿Qué muestra todo esto?
¡Caos!
Este es un gobierno unipersonal, sin López Obrador de todólogo, la nada.
Sin López Obrador en condiciones de normalidad, nadie sabe qué hacer y nadie es capaz de hacer lo correcto y hacerlo oportunamente.
De inmediato debió de haberse hecho un control de daños en todos los frentes: comunicacional, seguridad nacional, economía, política, exterior, federal (gobernadores) y los demás que la coyuntura fuera demandando.
Se debió operar una comunicación profesional, enfática, fluida, constante; con partes médico en los que los doctores que lo atienden no sólo mostraran su estado de salud con datos científicos, sino también y principalmente dando la cara, no sólo para respaldar sus dichos, sino para mostrar ante la nación el talante de la circunstancia.
El vacío de información y el fraseo de la que finalmente hubo sólo abonaron a la incertidumbre, sino que dispararon la desconfianza.
Políticamente una sola voz debió de hablar y hacerlo en persona, de frente y no a través de un comunicado. En estos casos el lenguaje facial y corporal dice más que mil palabras.
No sabemos si el presidente ayer, por momentos estuvo o no en condiciones de gobernar en pleno uso de sus facultades. De hecho, no sabemos si aún hoy lo está. ¿Quién gobierna y con qué atribuciones, quién está tomando las decisiones, incluso sobre la vida y persona del presidente electo por los mexicanos?
De la salud del presidente no se informa a través de un Twitter personal, sino por un reporte médico profesional y firmado.
No sabemos si el presidente ayer fue anestesiado totalmente o, incluso, estuvo en condiciones de emergencia médica, lo que sí deducimos es que jamás operaron los protocolos constitucionales para casos de ausencia del titular del Ejecutivo.
Lo que se vio ayer y, aún hoy, es vacío, caos, pasmo, ineptitud, descontrol. Mediocridad.
¡Floreros!
La enfermedad de López Obrador, de la que esperamos salga pronto y con bien, no es solamente de salud física, también lo es de salud pública e institucional: ausencia total de gobernanza, equipo, coordinación, capacidades y tamaños.
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