POLÍTICA

De las viudas, líbrame Señor

De las viudas, líbrame Señor

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Ojalá hubiesen querido, trabajado y defendido a su prócer en vida, como lo lloran en muerte

Mi abuela sólo habló bien de los muertos. Bastaba morirse para alinear con el equipo de los casi santos; pero un rastro de aliento que resistiese era motivo suficiente e inamovible de su crítica implacable.

Desde hace 20 años las "viudas" de Colosio me recuerdan a mi abuela.

Ojalá hubiesen querido, trabajado y defendido a su prócer en vida, como lo lloran en muerte.

Si todos los amigos, colaboradores, simpatizantes y sicofantes de Luis Donaldo le hubiesen ayudado con la enjundia y fervor con que desde su muerte pelean su viudez, su campaña hubiese sido otra y se recordarían de él más cosas que un discurso copiado del "I have a dream" de Martin Luther King y su magnicidio.

Decir a veinte años que el clima político estaba enrarecido cuando dos balas cegaron la vida del entonces candidato y compartir agendas privadas para presumir amistad o cercanía con él, no es más que una manera oportunista de tratar de lavarse la cara con la sangre seca del caído.

Por supuesto que el clima estaba enrarecido, pero nadie de las dolidas "viudas" y compungidos "amigos" hizo nada para componerlo.

Su extraordinario equipo brilló en su mediocridad y descoordinación. Aunque de ello nadie haya hablado en veinte años. Eran más conocidos sus pleitos internos que los actos de campaña. Ésta jamás despegó. Finalmente fue ese magno desencuentro interno el que permitió la muerte de Colosio.

Tras de ella, cada año, desde hace veinte, oímos las mismas anécdotas, se reviven pléyade de complots, se conjuran profesión de amistades sin par, se representan duelos inmarcesibles y se reclaman y pelean colosismos con denominación de origen.

No existe a la fecha un análisis serio y objetivo de la crisis de su campaña y candidatura, de las voracidades desatadas por ellas y exponenciadas tras su muerte. De la crisis interna del PRI, de las contradicciones al interior del otrora hegemónico, del salinismo y entre ellos ambos.

Lo que sí tenemos, año con año, es el mismo desfile de "viudas" que, de haber contado con algo más que su relación con Colosio, tendrían vida propia y éxitos propios que narrarnos a veinte años de su muerte. Colosio no murió solo. Ese día cayeron con él, quienes sin él solo perviven de su recuerdo y propios rencores.

México cambió al caer masacrado Luis Donaldo. Pero no queremos hacernos cargo de ello. Quizás porque de hacerlo desentrañemos la verdad de las razones de su muerte.

México es hoy más dependiente, menos justo, más pobre. Carecemos de rumbo y de pertenencia. La democracia devino en partidocracia y la política en mercado y conflicto.

Quien mató a Colosio, o buscaba meternos en esa espiral de la que no acertamos salir, o, como el aprendiz de brujo, desató las escobas que atizan nuestros desencuentros.

Tendremos que esperar que las viudas alcancen con el tiempo a su llorado Colosio para, entonces, tal vez, hacer análisis en vez de plañideras, hacernos cargo del futuro en vez de vivir del pasado y en vez de llorar como mujeres lo que no supimos defender como hombres, enfrentar los retos de un México que, sin duda, no era al que aspiraba aquél.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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