POLÍTICA

La Antialcohólica Legislativa y el Derecho a la Información

La Antialcohólica Legislativa y el Derecho a la Información

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Si no es mucho pedir, desearíamos, además, de la nota de color y la crónica bufa, la observancia a nuestro derecho constitucional a la información

La Cámara de Diputados discute por decenas de horas a lo largo de varios días múltiples e importantes temas de la reforma política.

La opinión pública mexicana y mundial se enteran únicamente del pronunciamiento reventador de una gente tan cuestionable como es Jaime Cárdenas, que acusó -sin pruebas- que alguien -"no sé quién; dicen que son los del PRI del Estado de México"- estaba ingiriendo bebidas embriagantes.

Una diputada, que no ha de haber entendido nada de lo que se discutía, decidió dedicar su tiempo a la liga de la decencia y recorrió el salón olfateando por rastros de alcohol. El nombre de la "antialcohólica legislativa" es Enoé Uranga Muñoz y Dios salve a México de su olfato y dedo flamígero.

Doña Enoé creyó hallar rastros de bebidas espirituosas en el aliento y mirada encendida de su compañero Avelino Méndez -igual de desconocido que la susodicha- pero éste, como San Pedro, negó tres veces y negando estaba cuando Jaime Cárdenas pescó el chisme al vuelo y, siendo de la mayor trascendencia para la República, subió, impersonado en Cicerón, a denunciarlo en la más alta Tribuna de la Nación. ¡Dios mío, qué hemos hecho para merecer semejantes diputados!

Y como nunca falta un perro de rancho que ladra sin saber a qué, un diputado del montón del PRI, Julián Názar, vio en el lance la oportunidad de pasar a la historia, y lo hizo metiendo a Muñoz Ledo en la danza sin tener vela en el entierro: Názar insultó a Porfirio afirmando que es 90% alcohol y 10% botana, cuando es sabido urbi et orbi que odia las botanas.

López Dóriga resaltó lo dicho sobre Porfirio, éste le reclamó en tribuna y pidió al Presidente del pleno -a quien el día anterior trató de desbancar- reconviniese a los medios en general.

El gremio periodístico montó en pantera y arreció su encono contra la ya de por sí desprestigiada imagen pública de nuestros diputados.

La verdad es que no hay a cuál irle, ni cómo defenderlo.

Si alguien está desacreditado en México son los diputados. Finalmente no se supo si hubo o no alcohol en el salón de sesiones, pero si todos los días hay mentadas y circo, no sería de extrañar. Acusar sin señalar a quién y sin probar, y hacerlo por el placer de difamar y desprestigiar lo, de suyo, denigrado, es una locura muy propia de Cárdenas.

Una vez a Churchill, una parlamentaria reclamó en tribuna su estado etílico, éste le contestó que su borrachera se quitaba a la mañana siguiente, pero la fealdad de su acusadora (sin duda una cacaburra pelos de elote), jamás.

El daño causado por Jaime Cárdenas a la figura legislativa, sin importar partidos, es incalculable e irreparable -como la fealdad de la adversaria de Churchill- ya que no fue un diputado en lo individual quien quedó señalado como borracho, sino el Congreso en su conjunto. Los diputados y Senadores de todos los partidos debieran reconvenir a Cárdenas por irresponsable.

Ahora bien, López Dóriga y demás periodistas que privilegiaron la escandalosa y vacua nota están en su derecho de hacerlo. Pero a la opinión pública le asiste el derecho de exigir se le informe lo que realmente sucede en el país y no sólo escándalos. Ello no es un ataque a sus personas, ni a su libertad de expresión.

Si no es mucho pedir, desearíamos, además, de la nota de color y la crónica bufa, la observancia a nuestro derecho constitucional a la información.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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