POLÍTICA

Qué pena con México

Qué pena con México

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Ese es el verdadero riesgo del PRI en el 2012: no sus adversarios políticos, sino sus onerosos e impresentables compañeros de viaje

Los amigos de Ponciano acuden presurosos a la cantina a delatar que su mujer lo engaña con su compadre.

"¿No nos crees Güey?, lo increpa Hildebrando, pues ahora mismo están en tu casa.

Ponciano no puede dejar pasar el reto y por entre las cortinas de la habitación observa a su señora despojarse de la ropa y se dice: "Qué pena con mi compadre".

Toda proporción guardada -y con el mayor de los respetos a la Señora de Mateo- lo mismo pensé cuando los ex presidentes del PRI salieron a defender a Moreira.

¡Qué pena con México!

Protesto que algunos de los ex presidentes fotografiados merecen el mayor de mis respetos y en su momento fueron protagonistas estelares de la política mexicana. Pero esa política ya pasó y con ella sus tiempos.

Ellos, como buenos políticos que fueron, saben que en política la oportunidad es estratégica. Los políticos, como los boxeadores, las actrices y las vedettes, deben saberse retirar a tiempo.

Y los tiempos de su PRI, ya no son los tiempos de éste.

No es que debamos negar el pasado o, peor aún, sumarnos a su satanización y caricaturización. Pero hay tiempos de echar cohetes y tiempos para recoger varas, o, como dicen en mi pueblo: "El que ya bailó que se siente".

Tampoco es que no haya espacio y tarea para ellos en el PRI. Creo que la hay y mucha. Como protagonistas que fueron de la historia, debieran brindarnos sus luces, pluma y memoria, combatiendo la historia de pasquín que niega y distorsiona nuestro haber, y con objetividad recuperar los aciertos y los errores del México del siglo XX.

El PRI, por su parte, está obligado a proteger a sus ex presidentes de su propio protagonismo.

Pero, con mayor razón, el PRI debe protegerse de vergüenzas semovientes que ni remotamente tienen el reconocimiento y respeto de que gozan algunos de sus expresidentes y que, sin embargo, reviven cada vez que el Partido levanta cabeza. Verdaderos cánceres que atacan cualquier resquicio de salud y vida en el PRI. A diferencia de sus expresidentes, estos sujetos lo han sido todo y varias veces y gozan del mayor de los rechazos dentro y fuera del Partido, aunque viven de él. Su voracidad y procacidad los precede.

Se ostentan indispensables y sólo son rémoras y sinvergüenzas.

Nada desearía más que el PRI ganara las próximas elecciones, pero debo confesar que el más entusiasta de mis buenos deseos se congela y muere al observar en el firmamento zopilotes que creía hace mucho tiempo en mejor vida, acompañados de zopilotitos que, asumo, mamaron en casa la misma voracidad y mañas.

Sinceramente creo que México quisiera brindarle al PRI una nueva oportunidad, pero esperaría de él caras diferentes y que las repetidas sean, al menos, presentables.

Hoy, aquel que se asuma como verdadero priista está obligado para con el PRI a aceptar su tiempo y circunstancia, y valorar con la más absoluta de las objetividades si su persona le puede causar al PRI más daño que beneficio.

El PRI, por mero instinto de sobrevivencia, debiera esconder a esos personajes y cerrarles todos los espacios posibles.

Pero sé que pido peras al olmo, ya que estos sujetos son psicópatas del poder, que prefieren que el PRI pierda la Presidencia con tal de que ellos ganen un escaño o una curul, o cuelen a su gente en algún cabildo donde puedan medrar a discreción, o, de perdida, seguir viviendo de cargos y negocios partidistas. No pocos, requieren el fuero para no ir a la cárcel y están dispuesto a matar por él. Ese es el verdadero riesgo del PRI en el 2012: no sus adversarios políticos, sino sus onerosos e impresentables compañeros de viaje. Y esto no lo dice un opositor.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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